jueves, 31 de mayo de 2007

Lo que fue y lo que no

Todos tenemos momentos, sueños, relaciones que no fueron o alguna vez perdimos. Una lista que mezcla las cosas que anhelamos o añoramos.
Esta es la mía:

1) Cantar en Cantañiño: o digamos mejor, no cantar, que me llevó a una vocación de cantante frustrada. Igual mis amigos, vecinos y familiares deben aguantarla.
2) Escribir un libro: que quedó en muchos cuadernos llenos de cuentos y poesías, y terminó en la primera página de una novela por siempre inconclusa.
3) Ese amor que no fue: acá tengo más de uno… pero puedo contar claramente dos con los que realmente quería terminar de escribir el final de una historia por demás romántica, novelesca y maravillosa.
4) La amiga que se perdió: esa que por algún motivo se convirtió en otra persona y yo sigo extañando a la que era antes y no se donde quedó.
5) Un primo que alguna vez fue mi mejor amigo: con el que tenía risas y secretos. Hoy no se quien es, ni que puentes tender para encontrarnos.
6) Ese abrazo que te sabía dar alguien en un momento especial, esa contención incondicional, y que no es lo mismo en otros brazos.
7) Mi gran amor esperando en Roma para conocerme: y sí, esta es mi fantasía absolutamente irreal.
8) Las cartas de papel: llenas de poesías, declaraciones, versos románticos, y collages con letras de revistas.
9) Los álbumes de fotos que no se podían borrar porque estaban feas, y construyen una línea de momentos continua y sin saltos.
10) Mi grupo de amigos de la adolescencia, que como eran mayoría varones, están hoy en su casa con sus esposas; y la barra de amigas mujeres que en realidad nunca tuve.

Y del 11 al infinito: tener siempre a mi viejo.

¿Cuál es la tuya?

domingo, 27 de mayo de 2007

Poner rótulos...¿para qué?

¿Qué tiene de malo el compromiso?
Esta es la nueva fobia de la hiper modernidad, a la que cada vez se suman más adeptos. No hago discriminación de sexo, creo que está mas acentuado en los hombres pero las mujeres engrosan las listas cada vez con mayor fervor. Dos generaciones que se esconden tras la histeria, y las relaciones frugales y vacías, enfocados en la diversión breve y repentina, que con el tiempo sólo los lleva inevitablemente a la soledad.
Muchos argumentan como negativo: no poder salir con otras personas, tener que llamar todos los días, ceder espacio, arriesgar la libertad, consultar algunas decisiones, que lo propio termine siendo nuestro. Los más fóbicos, sin decirlo, lo que en realidad temen es salir lastimados después
de haberse entregado tanto y prefieren no correr el riesgo.

Podemos verlo desde ese punto de vista. Sí. Y también
podemos verlo de este otro: comprometerse es tener alguien que te cuide, que se preocupe por como estás. Alguien que te mire a los ojos y sin palabras sepa como te sentís y que necesitás. Que sepa como te gusta el café. Que conozca tu banda, tu libro, tu comida preferida. Que sepa que no te gustan … o si te gustan las sorpresas y sepa actuar en consecuencia. Alguien que aguante tu mal humor de la mañana sin hablarte durante una hora. Que te acompañe a los eventos aburridos. Ese que sabés que estará del otro lado a cualquier hora cuando necesites llamar a alguien en una incipiente desesperación. El que tiene la palabra y el abrazo justo. Quien te llama, sí, tal vez todos los días, porque tiene ganas de escucharte, compartir, reírse, estar. El que se divierte aún sin hacer nada. El que te da espacio porque sabe que igualmente tiene el que le corresponde en tu vida. El que te abraza en las noches de frío. Alguien que te ayuda a decidir. El que te enseña a que no sos sólo vos, sino que también puede ser nosotros. El que te muestra un futuro no tan desolado. El que te permite querer, desear, amar, sufrir, llorar, esperar. El que te da todo y hace, que en tu libertad de poder estar con otras personas, elijas sólo una. Porque no necesitás otra.

Y si nosotros debemos también dar esto a cambio, y cuidar, querer, compartir, brindar y recibir, ¿so what? ¿Acaso no todas las relaciones de nuestra vida, amigos, hermanos, primos, llevan intrínseco algún tipo de compromiso?

El miedo al compromiso en sí no existe, es la excusa más sencilla y menos sostenible de aquellos que se creen aventureros y que no se animan a correr el mayor riesgo: el de llegar a enamorarse.

Comprometerse es en realidad la elección de querer y dejarse querer por propia voluntad. Así que si dejáramos de verlo como una obligación, para verlo como algo que hacemos todos los días porque nos hace sentir bien. Sí mantenemos la libertad porque actuamos por elección, si tenemos más amor, más comprensión, más compañía, más cuidados, más intimidad, más todo porque de dos es más que uno, recuérdenme, otra vez… ¿Qué era lo que tenía de malo el compromiso?

sábado, 26 de mayo de 2007

El último hombre fiel

¿Por qué buscamos siempre un hombre fiel y cuando finalmente lo encontramos nos empeñamos en que deje de serlo? Todas queremos que nuestro hombre sea fiel a nosotras, pero que el ajeno … también quiera estar con nosotras! ¿Es la pequeña satisfacción de la breve victoria sobre otra mujer la que nos impulsa a conquistarlos? ¿O es simplemente superar nuestros propios límites, y demostrar que podemos lograrlo?

Nos afanamos en convertir aquello que anhelamos en la derrota de nuestro propio sueño.
El desvanecimiento del héroe, la autodestrucción del mito.

Mi hermano siempre me repite: de los cuernos y la muerte no se salva nadie. Y aquí todavía estoy yo (no literalmente yo) para demostrar que al menos hasta ahora queda un último hombre fiel, un baluarte que echa por la borda esta máxima.

Lo conocí cuando yo todavía era una pendeja descarada. Sobre todo pendeja para él que me lleva aproximadamente 13 años. No trabajábamos juntos, simplemente cerca. No éramos amigos, teníamos amigos en común. No fuimos, ni somos nada. Es realmente esas historias que sencillamente va construyendo a su antojo el destino. Cuando yo lo conocí el estaba por casarse. Y ahí el terco destino se equivocó al no impedirlo. No puedo explicar que nos unió. Qué nos hacía estar cerca. Yo lo buscaba y él se dejaba encontrar. Tengo frágiles tesoros que el tiempo pretende desvanecer. Tengo en mi memoria charlas, canciones, una rosa, algunas frases, paseos en auto, algunos bailes, almuerzos y cafés, una que otra cena. Varios besos que sólo se acercaron a las comisuras. No más que roces. Esa extraña sensación de que debería ser pero no es. Un tensiómetro saturado de ganas contenidas. Una ilusión sublimada por la realidad no consumada.
Me gustaba provocarlo. Probar el límite en donde fuera a ceder. Me excitaba verlo fumar. Esa extraña exhalación de deseo y placer.
A través de una imprecisa década nos hemos reencontrado. Casual o intencionalmente. Sin ningún tipo de justificativo. Para conversar y compartir. Para reírnos. Para mirarnos. Para no decir nada y aún así estar diciendo todo. Porque a pesar de mis insistencias él no sólo no hizo, sino que no dijo nada. Fueron todas percepciones, conjeturas.
Claro, podrán decir, me lo inventé. Nunca hizo nada porque no le pasaba nada. Pero vos que estás de ese lado sabés que estas cosas se sienten. Se delatan en acciones imperceptibles. Se filtran por las pequeñas hendijas de la seguridad obtenida y el hastío cotidiano.
Hasta que finalmente, no hace mucho, cuando ya me había rendido, llegó la esperada confesión en frases dispersas, en insinuaciones, en el miedo expresado en la evasión. Esa simple garantía de que no había sido sólo mi historia.
Y aún así, jamás pasó nada. Todo sigue densamente flotando en el aire.

¿Quién puede culparlo? ¿Quién puede juzgarlo? ¿Quién dice si la elección correcta fue mantenerse fiel a su mujer, o fiel a lo que tendría ganas de hacer? Sólo el sabe porque eligió ese camino, y si fue el que lo hizo feliz. Un amor a una aventura. O la seguridad a un posible amor. O….
Hoy más madura, más mujer, menos impulsiva y menos descarada puedo ver a la distancia que lo que yo me esforcé tanto por cambiar de él es lo que me hace admirarlo. Y aún queriendo conseguirlo, se que en el momento de alcanzarlo estaría a su vez destruyendo aquello que valoro, que lo hace único. ¿Por qué destruir lo que deseamos, aunque sea de otra y no nuestro?
En mi corazón y mi cuerpo luchan sin descanso los sentimientos y las ideas, de desearlo o resguardarlo, de quererlo o respetarlo, de tenerlo u olvidarlo. A veces gana uno, el que la mayoría denominaría el correcto, e inevitablemente cada vez que lo veo o lo recuerdo, vence el otro, el primitivo, el instintivo, el incontrolable. Es que no siempre los principios se corresponden con lo que no está bajo los dominios de la razón. Y supongo que el habrá luchado este tiempo con otras dicotomías que no ha resuelto y es por eso que aún hoy seguimos aquí, simplemente hablando.
Por eso, sin absolutamente ninguna seguridad ni certeza, creo que todo aquello que no fue me permitió construir la maravillosa imagen de lo que es. El me hace mirar hacia el futuro con la ilusión de que si no fue él, es justamente porque habrá alguien como él.

Preservemos las especies en extinción, porque nos dan la esperanza de que con el tiempo, aunque sea lenta y sigilosamente, por el bien de todas, vuelvan a reproducirse.

miércoles, 9 de mayo de 2007

Honestidad bruta

¿Cuál es el límite entre la honestidad y la crueldad? ¿Cuándo deja de ser por el bien del otro para realmente ser por el bien de uno? ¿Cuál es la verdadera necesidad de decir todo? ¿Se puede decir cualquier cosa siempre que sea de un buen modo; se puede decir lo que sea mientras sea sincero sin importar el modo, o el qué y el cómo importan vayan juntos o separados?
Vivimos rodeados de gente que, así como nosotros, siente, piensa, sufre, quiere, tiene un modo personal de vivir y de actuar. ¿Podemos en nombre del amor que le tenemos a alguien decirle algo sin pensar cómo lo va a tomar, cómo lo va a hacer sentir, simplemente porque sentimos que es lo correcto? ¿Quién nos dice que tenemos la verdad? Porque la verdad, es que no hay una verdad. Que uno hace lo mejor que puede en el momento que está. Y nadie es quien para juzgarlo si no puede ni por un segundo tener la empatía suficiente para sentirse realmente en el lugar del otro. Cosa que, dicho sea de paso, por más que creamos poder hacer, es casi imposible.
Venimos cargados de historias, de aprendizajes, de dolores, de cicatrices, de preconceptos, de costumbres que nos hacen aquel que somos. Y hacen de cada uno un ser único e irrepetible. Entonces cómo podemos desde acá juzgar que es lo que aquel hace desde allá.
Uno elige a sus amigos, a sus parejas, a la gente de la que se rodea. Por amor. Aceptándolos como son. Aprendiendo de las diferencias. Nutriéndose de aquello que uno no es. Y si esas diferencias molestan tanto, o son irreconciliables, simplemente tomamos otro camino. Pero no podemos creer que tenemos el derecho de cambiar a la gente creyendo que nuestro pensar o accionar es el correcto.
Antes de hablar pensemos como nos sentiríamos si es a nosotros a quien nos dijeran eso. Y después de pensar, pensemos de nuevo....
A veces con ciertas palabras uno causa un dolor irreparable. Algo dentro se rompe para siempre y no se puede volver a unir.
Por eso dediquémonos a descubrir en cada momento la persona que tenemos en frente. Porque de todo se aprende. Porque siempre hay algo malo que vemos en el otro que es el reflejo de aquello que en realidad nosotros somos. Sólo que en un espejo las cosas se ven más fácil…
Destaquemos lo bueno. Porque el mundo se convierte en un lugar mejor si rescatamos lo mejor de cada uno.
Y si hoy no pueden hacer nada de esto, no es ni un consejo, ni una obligación. Desde mi pequeña experiencia, es mi humilde forma de ver la vida. Porque después de todo, ¿quién soy yo para juzgarlos?