Hay un prejuicio medio instaurado:
Si un hombre es buenmozo, inteligente, simpático, se viste bien, ronda los treinta y pico, y está soltero: es gay.
Esta creencia está fundada sólo en la creciente paranoia femenina de que el universo gay se agranda día a día, dejándonos sin mercado, y privándonos de los mejores productos.
Cada uno debe cargar con su propio estigma. La diferencia es que si una mujer tiene ese mismo perfil y está soltera, no dicen que es torta, simplemente dicen que debe ser una histérica, con un carácter de mierda, pretenciosa e inconformista.
Cómo me contestó un amigo, justamente gay, el otro día ante mi duda sobre el chico que me gustaba: “Cortenlá con la paranoia y háganse cargo: ahora siempre usan eso como excusa si un tipo no les da bola”.
¿Será? ¿Los sentenciamos en pos de no reconocer nuestra propia derrota?¿O será que el sexto sentido de las mujeres de verdad funciona y ante signos mínimos podemos detectarlos? La otra pregunta entonces es: ¿por qué nos gustan?
Hay un límite difuso e irresistible entre el hombre perfecto y el homosexual, que también es perfecto, pero para otros. Claro que hay de todo, y no podemos generalizar, pero por lo menos en mi prototipo del hombre gay encajan casi todas las cualidades que busco en el hombre para mí, y lo peor es que los que conozco, son así la mayoría justamente para darme la razón.
Son altamente estéticos, cultos, simpáticos, inteligentes, seductores, dulces, y encantadores. ¿Qué más podríamos pedir? Que les gusten las mujeres.
Yo también tengo treinta y pico. No voy a hablar bien de mi, pero para seguir con la lógica que quiero plantear, una amiga me respondió: “tal vez no es gay, es igual a vos pero en hombre”.
Esperaría que sí. No puedo preguntarle. Sólo tratar de descifrar señales. Habrá que ver si su “demasiado simpático” es nada más que eso, es un tímido encubierto, es que no le gusto, o que efectivamente, sólo es demasiado simpático porque los otros demasiado los deja para otros.
Si un hombre es buenmozo, inteligente, simpático, se viste bien, ronda los treinta y pico, y está soltero: es gay.
Esta creencia está fundada sólo en la creciente paranoia femenina de que el universo gay se agranda día a día, dejándonos sin mercado, y privándonos de los mejores productos.
Cada uno debe cargar con su propio estigma. La diferencia es que si una mujer tiene ese mismo perfil y está soltera, no dicen que es torta, simplemente dicen que debe ser una histérica, con un carácter de mierda, pretenciosa e inconformista.
Cómo me contestó un amigo, justamente gay, el otro día ante mi duda sobre el chico que me gustaba: “Cortenlá con la paranoia y háganse cargo: ahora siempre usan eso como excusa si un tipo no les da bola”.
¿Será? ¿Los sentenciamos en pos de no reconocer nuestra propia derrota?¿O será que el sexto sentido de las mujeres de verdad funciona y ante signos mínimos podemos detectarlos? La otra pregunta entonces es: ¿por qué nos gustan?
Hay un límite difuso e irresistible entre el hombre perfecto y el homosexual, que también es perfecto, pero para otros. Claro que hay de todo, y no podemos generalizar, pero por lo menos en mi prototipo del hombre gay encajan casi todas las cualidades que busco en el hombre para mí, y lo peor es que los que conozco, son así la mayoría justamente para darme la razón.
Son altamente estéticos, cultos, simpáticos, inteligentes, seductores, dulces, y encantadores. ¿Qué más podríamos pedir? Que les gusten las mujeres.
Yo también tengo treinta y pico. No voy a hablar bien de mi, pero para seguir con la lógica que quiero plantear, una amiga me respondió: “tal vez no es gay, es igual a vos pero en hombre”.
Esperaría que sí. No puedo preguntarle. Sólo tratar de descifrar señales. Habrá que ver si su “demasiado simpático” es nada más que eso, es un tímido encubierto, es que no le gusto, o que efectivamente, sólo es demasiado simpático porque los otros demasiado los deja para otros.