miércoles, 10 de octubre de 2007

Veo, veo...¿qué ves?

Tenemos una necesidad casi intrínseca, una curiosidad irrefrenable por saber que nos depara el futuro. No se si para caminar sobre terreno seguro, o para delegar la responsabilidad de nuestros actos a un supuesto destino. La cuestión, es que inevitablemente, en algún momento de debilidad e incertidumbre, de tristeza o indefinición, de desesperanza o emoción, acudimos a alguien con supuestos poderes de clarividencia o lectura de algo para que nos diga qué es lo que está por venir. Como comprar el ticket de un viaje con garantía.
Tarot, cartas españolas, runas, borra del café, quiromancia, numerología, ángeles, I-Ching. Hay tantos métodos como dudas. Todo sirve a la hora de buscar una respuesta. O varias.
Y allí nos dirigimos. Siempre con la esperanza de que todo vaya a ser mejor de lo que es, de que vayamos a conocer o conseguir nuestro amor en cuestión de semanas, o preferentemente días, que el trabajo de nuestros sueños nos esté esperando a la salida de la consulta, que tengamos fama, dinero, felicidad, hijos, poder, bienestar, salud, éxito, amigos. Claro, nunca esperamos una mala noticia.
Lejos están de ser las brujas con verrugas en la nariz, y tugurios oscuros y tenebrosos. Ahora son hombres y mujeres normales y modernas, muchas hasta con títulos en la pared como para respaldar las declaraciones por venir. Ojo, no quiere decir que no nos vayamos con miedo más de una vez.
Vamos preparadas, con primero segundo y tercer nombre de quien queremos averiguar, fechas de nacimiento, colores preferidos, número de calzado, nacionalidad de la abuela. Y casi siempre salimos felices, esperando que llegue cada uno de los momentos que nos acaban de describir. Entonces creemos, confiamos, decimos: “no sabés como le pegó”, “me dijo exactamente como soy”, “no se como lo supo”. ¿Y cuándo nos dicen algo que no nos gusta? “al final no se para que fui, si no le pega en nada”, “fui a buscar una respuesta y a sentirme mejor y salí peor que antes”, “ahh, sólo voy a divertirme, si total no creo en nada de esto”. Pero automáticamente buscamos otro teléfono y llamamos a otra para que nos diga todo lo contrario a lo que nos acaban de decir, para que nos vendan lindas fantasías que nos mantengan contentas hasta el momento predicho, y bueno, ahí veremos. Pero claro, ¡esta última si que sabía!
Y sí. Qué simple sería poder saber que nos va a suceder. Ya sea para aceptarlo y esperarlo con ansias, o para intentar cambiarlo hasta lograr lo que deseamos. Hace poco escuché en una película: “we can’t prevent what we can’t predict”. Es así. No podemos prevenir, porque realmente no sabemos que va a venir.
A veces le aciertan, a veces deducen, a veces se guían por gestos y palabras, y a veces nos inventan cualquier cosa. Por eso puede ser una experiencia divertida, estimulante o quizás escalofriante y decepcionante, si no escuchamos lo que queremos.
A mi me han sorprendido y defraudado. Y la única conclusión a la que llegué, es que más allá de que sea cierto o no, lo que vaya a suceder depende simplemente de mi. Entonces decido evitar la tentación de solucionar mi futuro dejándolo en manos de las adivinas, pongo mi mejor empeño, me equivoco en el camino, y si me queda alguna duda, tengo “La Mágica Bola 8” en mi casa, y dejo mis dudas y consultas que se responden sólo por sí o por no en la intimidad.

No hay comentarios.: