jueves, 18 de febrero de 2010

Gallito Ciego



Hay distintas instancias en donde conocer a alguien. Puede ser en un cumpleaños, en el trabajo, en la facultad, en un grupo de gente que no conocías. Uno también puede enamorarse un dìa, sin querer y darse cuenta, de su mejor amigo, de su primo, o del marido de una amiga. Se puede conocer a alguien en el tren, en una parada de colectivo un día de paro en los que no pasan nunca, en la cola de un McDonalds, y por supuesto en un boliche. Y también se los puede conocer en una cita a ciegas. Y después… desconocer.

La cita a ciegas es esa instancia de incertidumbre y vanas esperanzas en la que dos personas absolutamente desconocidas, ligadas porque tienen un amigo en común, deciden encontrarse y afrontar una situación de riesgo basados simplemente en escuetas referencias que remiten a color de pelo (si tiene), ojos, tetas, inteligencia, diversión, auto, trabajo, y estado civil. He conocido algún que otro caso en el que ha funcionado, de hecho yo estuve de novia un año con un chico que conocí de esa manera. Pero hablando de probabilidades y resultados reales, ¿una de cada cuantas funcionan? ¿Cuánta gente conocen que ha salido en 10, 20 y los comentarios suelen pasar de lo gracioso a lo nefasto? ¿Cuántos al menos la pasan aunque sea bien?

Porque lo inentendible es que si el nexo común es una persona que conoce y quiere bien a ambos, que diferencia los gustos, los intereses, las preferencias y objeciones o reservas de cada uno, ¿por qué entonces no funcionan?¿ Por qué es como jugar al gallito ciego, buscando a tientas entre personas que desconocemos, una certeza que casi nunca llega?

La realidad es así:
  • Primero hay una llamada telefónica con suerte, si no un triste mensaje de texto como primera introducción, ante el cual les digo ya, no contesten.
  • Más allá de que la conversación discurra amena y divertida, o casi sin puntos en común, la salida es inevitable porque era el fin primario del llamado.
  • Entonces, más allá de las referencias, o las fotos que obviamente no suelen ser ni parecidas a la realidad, viene el momento crucial del encuentro en el que uno abre la puerta y el misterio se devela: en ese preciso y breve instante miles de pensamientos pueden cruzar la mente y hay que decidir en un segundo qué hacer: seguir caminando como si fuéramos otra persona, decir: mi hermana se tuvo que ir de urgencia lo lamento, afrontar la situación con hidalguía, o con suerte sonreír, y pensar: por lo menos esto empezó bien.
  • Y de ahí en más todo puede salir bien, o desembocar en un desastre.
Sólo para la bitácora un par de anécdotas:
- Un hombre le dice a la chica cuando iban en el auto: “eras más linda en la foto”
- Un hombre se sacaba comida de los dientes con los dedos en plena salida
- Después de una noche de charla en la pizzería en la que él se comportaba agresivo con todos los de alrededor, al terminar le dice a la moza: “me envolvés las DOS porciones de pizza para llevar”. Y como si fuera poco, al llegar a la casa de ella le da el paquete y le dice: “te las pedí para vos, para que desayunes mañana”. Por supuesto el paquete no pasó la puerta de entrada
- El se la pasó hablando toda la noche de la mejor vida que tuvo viviendo en Brasil, de sus idas y vueltas, y entre una historia y otra, con los ojos al borde de las lágrimas dice: “es que en realidad no se si soy viudo porque mi mujer andaba en temas de drogas y capaz la mataron los narcos, así que no se qué decirle a mi hija, porque capaz la otra esta tirada muerta ahí en un lugar y nadie sabe. ¿Querés postre?” No gracias.
- El chico no le habla en casi toda la noche, mira para otro lado, se nota que está hasta aburrido. La lleva a la casa y cuando se despiden él le dice: “me das un beso”, “te lo acabo de dar, te saludé” “no, digo, un beso bien” “Chau Amir”.
- Cuando van a pagar, él mira la cuenta: 145$. Saca la billetera y deja 123$ y los pone sobre la mesa, y dice. “no te preocupes, dejé 50 centavos de más porque no tenía una moneda
Just random cases. Todos debemos tener una historia que contar.
A veces, o siempre, es sencillamente mejor evaluar a las personas a fondo y decir: no tengo a nadie a quien presentarte.

Y si decidimos salir una vez más, dejando atrás las malas experiencias, tomarlo como una noche más, comer rico y volver a casa con una sonrisa, o repleta de anécdotas que contar a las amigas.

martes, 29 de diciembre de 2009

Por un 2010 que hagamos entre todos

Dicen que cuando uno cree, y pone mucha energía en algo, los deseos se cumplen.

Y esto lo digo yo: que todo es más fácil cuando uno cree. Porque la gente tiene una esperanza, porque tiene algo o alguien en quien apoyarse, porque puede pedir para que alguien lo cumpla por nosotros.

Entonces, para el próximo año, los invito a todos a unirnos, y CREER:

- Creer primeramente que el 2010 viene con buenos augurios
- Creer que hay un mundo mejor, y que es posible
- Creer que este país sí tiene una salida, y depende de nosotros
- Creer que con pequeños actos colaboramos a que la naturaleza sobreviva, y no NOS sobreviva
- Creer que hay un trabajo para cada uno, y es el que deseamos
- Creer que el amor que tenemos perdura, y el que no tenemos está ahí, no esperándonos, sino buscándonos
- Creer que los chicos tienen un futuro
- Creer que todavía quedan sueños
… y que pueden cumplirse
- Creer que la felicidad viene para quedarse
- Creer que los que se fueron siguen aquí para cuidarnos
- Creer que la paz es el camino
- Creer que todo puede cambiar, cada día, cada hora, cada minuto, cada segundo.


Porque si todos creemos, lo hacemos.

Un nuevo año es una nueva oportunidad. Para empezar de cero, otra vez. Para hacer lo bueno mejor, y lo malo distinto.

Este es mi deseo: por un 2010 repleto de amor, de sueños, de sonrisas, de abrazos, de deseos, de prosperidad, de trabajo, de seguridad, de salud y de alegría para todos,
en el que TODO es posible.

martes, 15 de septiembre de 2009

Eterno resplandor...

¿Cómo se hace para olvidar a alguien? Todos tenemos algún amor que nos costó, o nos cuesta, o algún día nos costará, borrarnos de la piel y la memoria. Deseamos como en “Eterno resplandor de una mente sin recuerdos” que exista un método definitivo, que penetre en nuestra mente y elimine uno a uno, cada momento, cada vivencia, cada instante que pasamos juntos. Que lo convierta en la nada misma. Que lo extirpe de nuestra vida de raíz, y deje un vacío que no sepamos de donde proviene pero que no nos duela. A falta de este método, que prueba no ser efectivo, los pobres humanos doloridos intentamos más o menos lo mismo para lograrlo:

- La primera solución y más simple parecería salir con otro. A rey muerto rey puesto dicen. O un clavo se saca con otro. Es mentira: a un clavo se lo saca con una pinza o un martillo, y un rey viene a ostentar un título, pero no se transforma en la misma persona.
- Lo eliminamos de todos los lugares en donde uno puede tener contacto, para no saber nada de su vida: MSN, teléfono, mail, Facebook. Si lo dejamos vivo en algún lugar, es probable que el otro reaparezca con una excusa pelotuda, y no importa si le contestamos o no, está ahí, vivito y coleando. Y también es inevitable ir a ver que es lo poco que uno puede averiguar. La realidad es que mal que nos pese, si todavía no lo olvidamos, es difícil que no dejemos una ventana abierta.
- No vemos amigos en común porque si no es casi inevitable enterarse de qué está haciendo, y si no nos cuentan, nos morimos por preguntar aunque no lo hagamos, con lo cual lo seguimos teniendo presente. Además es como la propiedad transitiva: inevitablemente A nos conduce a B.
- Nos vamos a vivir a otro país, ciudad, pueblo, como si la ausencia física o la distancia nos borrara la memoria. La realidad es que lo que uno lleva dentro viaja con uno. No es una valija que uno puede elegir llevar o no.
- Vamos al psicólogo: que lo único que hace para que nos olvidemos es hacernos hablar de él todo el tiempo para ver por qué mierda no podemos olvidarnos.
- Hablamos con nuestras amigas horas por teléfono para contarles lo que le quisiéramos estar contando a él, o para decirles que no pensamos llamarlo no importa cuanto lo extrañemos, o para recordar cada detalle que pasó y reírnos o llorar, pero tenerlo ahí, por un tiempo más aunque nos neguemos a acercarnos.
- Rompemos y quemamos cartas (hoy borramos mails), que después nos empecinamos en tratar de aprender de memoria para no olvidar que existieron.
- Salimos, salimos, salimos. Con amigas, amigos, citas, desconocidos, compañeros de trabajo, vecinos, amigos de amigos. Nos aturdimos. La realidad dice que aún en cualquier lugar, siempre hay algo que nos hace acodar al otro: una canción, un trago, una conversación, alguien parecido.
- Vamos a una bruja, a hacerle cualquier gualicho, le pedimos a Dios, a la Virgen, a Buda, a Yemanjá, y a todos los que se nos cruzan, que nos ayuden en este difícil camino que se llama superación.


Y cuando nada de todo esto funciona, cuando todo lo que hicimos no logra arrancarlo del alma, cuando sentimos que no podemos seguir viviendo así, atados al pasado, aferrados a un sentimiento unilateral, sólo nos queda el autoconvencimiento. La firme convicción de hacernos creer a nosotros mismos que es parte del pasado, que es un recuerdo borroso, una historia terminada. Lo decimos en voz alta para que no sólo los otros lo escuchen si no que uno lo escuche, y se lo crea. Hasta que alguien lo nombra, hasta que encontrás una foto, o un cd de los dos. O hasta que te pasa algo importante, te comprás una casa, conseguiste un nuevo laburo, fuiste tía y sólo se lo querés contar a él, y te das cuenta que lo que te pasa no es tan lindo porque hay sólo una persona con quien querés compartirlo. Porque nada está completo, porque algo falta. Y él no está, y vos no lo olvidaste.

Oscar Wilde dijo: “un capricho dura más que un gran amor”. ¿Cuánto dura entonces un inmenso amor que hace rato dejó de ser capricho? Para toda la vida.

martes, 18 de agosto de 2009

Impacto profundo

Hay personas que pasan por nuestra vida y no recordamos ni siquiera que pasaron. Pueden ser una figura caminando a nuestro lado, el reflejo en un vidrio, un recuerdo que no se sabe cierto, o un olvido permanente. Estuvieron, por un rato, por mucho, por más, pero la marca que dejaron es casi invisible. Suelen ser hasta casi anónimos.

Hay otras que marcaron un hito pequeño, un gran quiebre, un recuerdo fundacional, y tal vez ni siquiera ellos lo saben. Los protagonistas de un momento. El beso bajo la mesa del jardín, el primer amor de la primaria, el primero que nos hizo llorar, la primera frustración, el que nos lastimó sin que nadie sepa, el que nos dijo algo que nos cambió la vida. Están enmarcados en un espacio, en un tiempo exacto. Quedan como congelados, confinados a un rótulo para siempre. Y muchas veces ni siquiera lo saben, o se enteran años después. Y se siente raro saber cómo uno afectó la vida de alguien, como a veces uno es ese alguien para alguien que no es nadie.

Hay otras lograron aferrarse. Qué estuvieron, o están, o de algún modo permanecen. Los que compartieron grandes historias, una saga de recuerdos, años de experiencia. Que nos ayudaron a ser quienes somos, por lo bueno y lo malo, lo perdido y lo ganado. Porque podemos encontrarlos en distintos compartimentos de la memoria. Aquí y allá, en distintos cuentos. Los familia, los compañeros de colegio o de facultad, los amigos de la vida, algún que otro profesor, los compañeros de trabajo, los amores, los novios, los amantes y no tanto. Todos aquellos que forman nuestro rompecabezas de la vida. Que al rememorar, nos roban una sonrisa, nos nublan la mirada, nos producen enojo, una carcajada, un suspiro, una mirada hacia el más allá.

Y están las OTRAS. Las que te marcan a fuego, las que te imprimen en alma. Alguna vez, en una rara ocasión, está esa persona que es como un meteorito, que produce un cataclismo irreversible, destruye el mundo existente, las especies, la vida conocida y crea un nuevo punto de origen. La vida comienza nuevamente, o termina definitivamente, desde ahí. Hay un antes y un después perfectamente establecido. Por algo bueno, por algo malo. Producen un impacto profundo. Imborrable. Irreversible. Se convierten en pequeños inmortales, que permanecen para siempre en la memoria y el sentimiento de quienes la conocieron. Aquí no se puede enumerar. Yo tengo el mío, ¿vos el tuyo?

Todos pasamos por la vida de alguien por algo, y dejamos una huella. Por eso, hay que saber como, cuando y por donde caminar. Para que cuando alguien nos recuerde, sea con felicidad, o al menos una sonrisa.

Seamos menos sombras, permanezcamos en el recuerdo y lleguemos a ser un impacto profundo en alguien.

domingo, 9 de agosto de 2009

Entre solsticios y equinoxios

El invierno es época ideal para estar de novia, pero no para buscarlo.

El frío te invita a quedarte en casa, con una película, el piyama más viejo, un sweter grande, pantuflas, medias, un gancho en la cabeza, y arsenal de chocolate suficiente para sobrevivir 15 años después de la bomba nuclear.

Todo lo que comés te hace engordar: guisos, pastas, carne con papas, chocolate caliente, tortas, facturas. Nunca una ensaladita, un yogur o gelatina light. Con lo cual en 3 meses de una ingesta continua de carbohidratos y grasas, terminás por convertirte en un chanchito que bien serviría de modelo de gran alcancía.

La ropa de invierno no te hace sexy. Podés ser muy elegante con los tapados, botas de taco alto, chalinas y gorros. Pero cuando algún hombre te invita a salir y te ve venir, siempre ve un tapado o una campera inflable debajo del cual puede estar cualquiera. Vestirte es toda una elaboración. No es simplemente un jean y musculosa, que con el color del verano siempre te queda sensual y bien. Si te ponés un escote te da frio, si te pones musculosa estás muy blanca, tenés 3 o 4 capas de ropa que parecen 3 o 4 kilos extra, tenés muchas prendas que combinar. ¿No te pasó nunca mirarte al espejo y sentirte el muñequito de Michelín?

Ir al gimnasio sería ideal, pero cuando salís de trabajar ya es de noche, estás cansada, y te acordás que total, no te ve nadie. Una porque no salís, otra porque cuando lo hacés podés disimular los kilos acumulados con toda la ropa que tenés en el placard tras la excusa de: ¡qué frío que hace!

La cama está helada. Hasta a la que no le gusta dormir abrazada ni pegoteada reclama por su cucharita. Los pies entrecruzados, un abrazo tibio, un cuerpo cerca.

El invierno es una época ideal para el amor. Para encerrarse a hibernar con una persona con quien puedas compartir una charla, risas, una serie, una peli, un libro. Con quien puedas estar por largo rato abrazado. Con quien tener sexo desenfrenado durante horas y entrar en calor sin morirte de calor.

El problema es que cuando no lo tenés, y te comportaste los meses invernales como un oso, cuando llega el verano y no fuiste al gimnasio, no tomaste sol, te comiste todo, estás achanchada y enganchada con una serie y te impide ponerte en marcha para salir y abandonaste a tus amigos por fiaca, va a ser difícil que consigas un novio en los breves tres meses estivales que te quedan. Y entonces va a llegar el veintiuno de junio y vas a estar peor que el año anterior. Es como un círculo vicioso.

Así que en lugar de estar leyendo esta nota con una factura y un café con leche en la mano, o un paquete de chocolates, sacate las pantuflas, ponete las zapatillas, el ipod, una campera y salí al menos a caminar. Empecemos por algo.

viernes, 24 de julio de 2009

Menos es más

Estar con un pendejo es como una brisa de aire fresco. Es el rayo de sol que se cuela entre las nubes. Es el piloto rojo de una película en blanco y negro. Es la anomalía del sistema. Una linda anomalía.

Tiene muchas cosas a favor, pero hay que saber siempre, y no dudar por un segundo, que es una experiencia pasajera. Que trae satisfacción, sonrisas, diversión, pero nunca una esperanza. No nos puede “pintar el amor”, diría uno en su propio lenguaje.

Las reglas son claras: 1) no enamorarse, 2) pasarla bien, 3) no enamorarse, 4) tener siempre mucho sexo, 5) no enamorarse, 6) saber que empieza una tarde y termina una mañana, 7) no enamorarse, 8) no hay salidas, no hay eventos, no hay sociales. Hay una casa con suerte o una habitación de hotel, 9)¿dije no enamorarse?, 10) no plantearse nunca: si estamos tan bien, por qué no…..? Sencillamente: porque no.
Todo lo que pienses o esperes que te puede llegar a dar por la mágica ilusión del momento, no va a suceder. Pero sí te va a dar todo aquello que no esperes o imagines.

El pendejo tiene el desparpajo de la edad. La inconciencia y la inconsistencia. Los llamados a deshoras porque son sus horas. La desfachatez. La improvisación. La espontaneidad. No tiene prejuicios. No vende ilusiones. Es simple y claro. Es lo que es.

No tiene miedo porque no piensa en el futuro. No tiene quilombos porque no tiene pasado. Espera de vos lo mismo que vos de él: un buen momento y buen sexo. No pide más, y no da menos.

Es un tibio refugio de tranquilidad o un mar revuelto de sensaciones. Es la posibilidad de volver un rato el tiempo atrás.
It`s a glimpse to the past with the eyes of the future.

lunes, 20 de julio de 2009

Belleza americana

Todo el que vio Lost alguna vez pensó que en la vida real, lejos de los personajes, Kate se hubiese quedado siempre con Jack o con Sawyer. Sin embargo, la morocha de rulos, labios carnosos, nariz respingada, ojos miel y un cuerpo casi esculpido, se quedó con Charlie. Sí, el rubiecito petiso ex hobbit.

Hay un creencia (por lo menos en nuestra sociedad, que no veo en las otras) de que hay distintos estratos a los que pertenecemos según un código de belleza que seguramente se ajusta a un tiempo y a un lugar, país, o cultura determinadas. Si uno pertenece al segmento A, no puede aspirar a estar con alguien del segmento B o C, o cualquier otro. Si esto sucede, se convierte en una anomalía. Y dentro de la pareja despareja, uno queda como un ganador admirable, o como alguien incomprensible.

La diosa camina con aires de grandeza, con el pelo al viento, la mirada alta, los pasos largos sin mirar a su alrededor porque es a ella a quien miran. Hasta que se encuentra con alguien que tiene la mirada a la misma altura. Un hombre perfecto, hermoso, que sabe que también es observado, y sólo elige a quien mirar.

Uno sabe cuando alguien está fuera de su alcance, si tiene un poco de sentido común y de autocrítica. Por algo Brad Pitt estuvo con Jennifer Aniston y Angelina Jolie, o Demi Moore estuvo con Bruce Willys y con Ashton Kutcher, y viceversa.

En esta cuestión de reciprocidades no cuentan la inteligencia, la simpatía, la ingeniosidad, la ocurrencia. Aquí sólo cuentan las escalas de belleza. Y así en un boliche, en el gimnasio, en el trabajo, en un bar, en una fiesta, cuando a una le gusta alguien absolutamente espléndido, lo primero que piensa es: “ese no me va a dar bola”.
Y también pasa al revés. Sin querer ser despectivos ni menospreciar a nadie, a veces se nos acerca alguien que se anima a romper las estructuras, que desafìa los lìmites establecidos, que intenta pasar a otra escala aunque no le corresponda, pero que realmente, no tiene la cintita del mismo color que le permite el ingreso a donde estamos. Que puede hacer todos los vanos esfuerzos, pero simplemente, como dirían los ingleses: “it`s out of your league”.

Luego, con el tiempo y el conocimiento mutuo, pueden entrar en juego las otras cualidades que pueden hacer que uno llegue a estar con alguien que jamás lo hubiese imaginado. Porque tiene onda, porque tienen gustos similares, porque se sienten cómodos, porque saben apreciar lo que está más allá de los ojos. Pero aún así, para quienes no los conocen, para quienes no ven que los une, cuando los miran por la calle piensan: “que hace este tipo con esa mujer”, o “es demasiado lindo para ella”, o comentarios similares.

El prejuicio está instaurado.

Y cuando uno lo aceptó, y está acostumbrada, y más o menos puede ubicarse en el estrato que le corresponde (a veces a desgano, por supuesto queriendo estar en otro), asumiendo sus virtudes y defectos, aparece el gordito boludo con una diosa descomunal, o la minita fea, mal vestida con el pibe que todos quisiéramos tener, y se nos van todas las teorías y las reglas a la mierda.

lunes, 13 de julio de 2009

Síntomas de que te estás poniendo vieja

  1. En los negocios te dicen “señora” (aún cuando no tenés alianza)
  2. Al lado de tu cama tenés microfibras de seda para el contorno de ojos, ácido glicólico para “atenuar” arrugas y nutrir el rostro, crema hidratante para la mañana, la bolsa de gel frio para los párpados, la crema “antiage” (antiage es una palabra determinante, marca el fin de un ciclo y el comienzo del declive) para el cuerpo, la Vichy para la celulitis…
  3. Te mirás al espejo y sentís que ya nada está en su lugar, todo está un poquito más abajo….
  4. Los hombres que te miran por la calle rondan los 50
  5. Preferís quedarte el fin de semana en casa con jogging y pantuflas y un pote de Haggen Dazz mirando un DVD, que ponerte un vestidito micro y salir a bailar
  6. Los adolescentes te parecen incomprensibles: la ropa, los modismos, los fotologs, los peinados, las costumbres
  7. Hablás de programas de televisión que tus compañeros de trabajo no vieron nunca
  8. Las 3 de la mañana te parece un horario más que razonable para irte a dormir
  9. La moda te incomoda, y cambiaste la mini y los tacos, por un jean con zapatillas, tapado y bufanda para no cagarte de frio
  10. Los hombres que te presentan están pelados, o gordos, canosos, arrugados, o sea, bastante venidos a menos … y por supuesto divorciados o separados
  11. Disimuladamente en las conversaciones preguntás: ¿conocés algún cirujano de párpados? ¿ y el botox qué onda? ¿la lipo duele?
  12. Ya no te teñís el pelo simplemente para cambiar de color
  13. Todos tus amigos, y los amigos de tus hermanos que son más chicos que vos, ya tienen dos o tres hijos.
  14. Para festejar tu cumpleaños hacés un té con sándwiches y tortas
  15. Comenzás a hacer comentarios del estilo: cuando yo era chica se usaba… no entiendo a los jóvenes.. esta sociedad está perdida…
  16. Cambiás Pinamar por Mar Azul o Cariló (porque tenés más plata … y porque es más tranquilo)
  17. Cuando faltás al trabajo mirás Almorzando con Mirtha
  18. Cambiás el plateado por el dorado
  19. Cuando cogés por más de una hora al otro día te duele todo el cuerpo
  20. Te empiezan a gustar los pendejos.

viernes, 3 de julio de 2009

5 formas de dejar a alguien

Trilladas, gastadas, originales, sutiles, brutales, despiadadas, insensibles, cautelosas. Hay de todo tipo. Cada vez que uno habla con sus amigos surgen nuevas historias, que nos hacen reír, enojarnos, sorprendernos, asombrarnos, desilusionarnos, y hasta preocuparnos. Aquí van sólo 5 que escuché o viví:

1) “No sos vos, soy yo”: sí, es la frase más desgastada de todas. ¿Lo es? Yo creo más que es un mito instaurado, una leyenda que se propaga y en realidad suena más en los títulos de películas, o en representaciones y charlas sobre como dejar a alguien, o como nos han dejado, que en la realidad. Pero la otra realidad, es que a mi me la han dicho. Seguido de: vos sos una reina. ¡No traten de suavizarlo con un elogio tan poco creible! Y sí, además claramente, no es uno, es el otro: el otro el que quiere dejarte, el que ya no quiere estar, el que no tiene interés, el que en realidad está suprimiendo palabras de la frase para decir: nos sos vos la que no me quiere, soy yo el que no te quiere a vos.

2) Post it: los papelitos que se pegan. Amarillitos, o de colores. Grandes o chicos. Alcanzan para dejar una frase pegada en la heladera, en la mesita de luz, en la puerta. Según el tamaño pueden servir para una explicación, o una excusa seguramente, que nos permita entender algo: “linda, no te lo podía decir, pero la verdad es que ya no puedo seguir con esto, te pido que no te enojes, creo que es lo mejor para los dos, y me costaba mucho enfrentar la situación…(sigue atrás, cuando despegás el fatídico papelíto)… asi que te deseo lo mejor, un beso”. Hay otros más chicos que alcanzan para: “sorry pero no sabía como decírtelo, y encontré el papelito en mi camino de salida. Chau. No me esperes”. Y hay todavía más pequeños para escribir lo justo y necesario: “se terminó. No me llames”.

3) Bomba de humo: así de simple. Sin más. Un día dejó de llamar. Y nadie se preocupó. Otro día tampoco llamó. Alguna explicación habrá. Otro día pasó. Y ya no hubo ni teléfono, ni msn, ni sms, ni mms, ni timbre, ni mail, ni carta el el buzón. Nada. Algunos prefieren hacerlo así, sin tener que enfrentarse, como si no hubiese nada que decir. Dejar con la intención de que el otro se de cuenta sólo, lo entienda, lo acepte, y se acostumbre. Y por supuesto, sin atender tampoco para que uno no tenga derecho ni a pedir nada, ni a preguntar nada, ni a putear nada. Se van así. Sin palabras. Sí… ya se: sin palabras.

4) Batería de mentiras: cualquiera de todas estas frases: “me gustás mucho pero no se lo que quiero”(pero claramente no es a vos), “nos conocimos en un mal momento” (aunque el momento justo no hubiera llegado nunca), “le tengo miedo al compromiso”(llamarte y verte todo el tiempo es un compromiso no un placer, y no me interesás lo suficiente para ser con la única que esté), “ahora estoy enfocado en el trabajo” (y en el happy hour donde voy a conocer más mujeres), “hay muchas cosas que todavía me quedan por hacer antes en la vida que después no voy a poder hacer” (analizar el mercado a ver si alguna me gusta más que vos), “ no tenemos los mismos principios”(tengo que recurrir a algo que uno pueda defender a muerte y no cambiar en la vida para que no me puedas decir: pero mi amor, lo cambio por vos), “te merecés algo mejor” (DE ESO ESTAMOS SEGUROS SI NOS DICEN ESTO), “ no puedo darte lo que vos querés” (no quiero darte más de lo que te estoy dando), “estamos yendo muy rápido”(yo estaba para salir una vez por semana cuando quería tener sexo nada más). Todas son sinónimo de: no me interesás para nada. Como dice la película: he´s just NOT that into you. Let it go.

5) Hago que me dejen: las mujeres somos más decididas que los hombres. Y la dignidad y el orgullo suelen hacernos sobreponer al dolor. Preferimos llorar a solas, que ser tratadas con indiferencia. O no ser tratadas. Antes de llegar a cualquiera de las primeras 4 situaciones, preferimos ser las que tomamos la decisión forzada que en realidad el otro ya tomó pero no se anima a comunicarnos. Así que él juega más al futbol con los amigos, tiene más trabajo, mira más tele, no nos acompaña a ningún evento, se duerme más temprano, no tiene nada de qué conversar y además genera una pelea por cualquier cosa. Es el momento mujeres, de sentarse y lo querramos o no, decir la frase la pidaria: “tenemos que hablar”.

domingo, 21 de junio de 2009

Felíz día papá

Es el día del padre y por eso hoy, por primera vez, voy a hablar de mi papá. Yo nunca hablé de esto aquí porque era mi espacio para expresar historias de amor, de recuerdos, de tristezas, historias de vida. Y sí, esta también es mi historia de vida. Triste. Infinita e indescriptiblemente triste. Pero es. Así que este es mi pequeño homenaje a ese gran tipo que era mi viejo, mi papá, mi pa, mi papucho, Juan o el Gordo para los amigos.

Hace casi 8 años que mi papá no está. Se fue así, de un día para el otro, por culpa de un corazón que no nos avisó con tiempo. Hay cosas que no voy a poder describirles, que no pueden explicarse, y que no pueden entenderse si no les pasó. Simplemente de un momento a otro ya no estaba más. Ya no pude nunca más escuchar su voz, su risa, sus palabras, sus gritos. Nunca más tener sus abrazos, sus besos. Nunca más sus arranques de locura cuando le saltaba la térmica como le decíamos (y sí, era pisciano también). El término nunca más es algo que aunque pase el tiempo, los años, los días, no se asimila. Nunca se puede entender el nunca más. Uno siempre, siempre está esperando verlo entrar por la puerta de la cocina, verlo sentado mirando la tele con las piernas cruzadas y el control en la mano, mirando de a 3 películas a la vez. Sentir el olor a cigarrillo que tanto odiaba. Verlo cortando un salame y queso cuando llegaba de trabajar, tomando un mate al lado de la mesada. Trabajando en las cosas de la casa con sus bermudas de jean cortadas manchadas de pintura, la remera de Visa, y los pelos despeinados. Eso era un poquito de mi viejo.

Un tipo de pueblo, que creció en un lugar humilde y trabajador. Un laburante como decimos por ahí, que luchó toda la vida por lograr tener lo que tuvo, y por eso sabía disfrutarlo. Le gustaba la joda, la pilcha, el pucho, el champagne para todas las fiestas, un whisky para mirar la tele, el asado, la playa, el truco con amigos. Le gustaba compartir con sus amigos. Pero lo que más le gustaba era estar con su familia. Caminar con mi mamá, salir todos a pasear en auto a “ver casas” que nunca compramos, estar reunidos en la cocina, trabajar juntos en las cosas que había que hacer, irnos todos de vacaciones. Ser la familia hermosa que éramos.

Mi viejo me dejó los principios y los valores que me hacen ser la persona que soy. La enseñanza de ser generoso sin medir, de perdonar, de olvidar. De amar a mis hermanos por sobre todas las cosas. De disfrutar las cosas hoy, porque después de todo, no sabemos si hay mañana.

Todavía tengo casi cada día en mis oídos las palabras que me dijo mi viejo en el hospital: “los amo hijos”. Y poco después se fue. Para siempre.

El tiempo pasa, y el dolor no se atenúa. Jamás. Porque la ausencia se nota en cada momento que no podemos compartir con él: el casamiento de mi hermano, cada sonrisa de mi sobrina, los nuevos logros de cada uno, mi mudanza, las nuevas anécdotas, cada Navidad en familia, cada cumpleaños, las tristezas sin consuelo. Y todos los otros momentos en los que no va a estar: mi casamiento, mi primer hijo.

Uno sigue viviendo. Pero con un agujero en el alma. Con un vacío eterno. Con la tristeza sin fin. La falta es algo absolutamente insoportable. Porque la felicidad nunca más es completa. Siempre falta algo. Siempre falta alguien.

Así que esto es para vos papá, donde quiera que estés. Te extraño con el alma, cada día. Te amo con el alma, cada día. Te necesito con el alma, cada día. Gracias. Por todo. Por todo. Por todo.

Te llevo conmigo. Por siempre. Cada día.

Pero como vos pedías, hoy para recordarte, voy a poner cuarteto y hacerlo con alegría.

Feliz día.

Tu hija.

domingo, 26 de abril de 2009

T.E.G.

Yo no quiero jugar a este juego.

Tanto pensar, tanto elaborar, tanto elucubrar. Mover aquí, poner fichas allá, atacar el flanco débil, esperar el momento justo. Porque resulta que para mi el amor es más simple.

Si estuviésemos jugando al T.E.G. las cartas serían las siguientes:

Objetivo: Conocer al amor de tu vida (es como el equivalente a: Conquistar Asia, América del Sur y Oceanía, y dos países de América del Norte, o 121 países. Una taréa titánica, casi imposible, que necesita el despliegue de todas las armas, batallones, estrategias y tácticas posibles).

Cómo jugar:
1) Si el contrario (que en este caso sería el hombre) avanza primero, debe dejarlo ganar la primera batalla. Retirarse un poco. Sólo un poco, para que siga en el rango visual, pero no en posición de ataque. De hecho, nunca esté evidentemente en posición de ataque, ni muy a la defensiva.
2) Cuando el contrario pida su teléfono, no se lo de de inmediato. Haga que lo pide una vez más. Para que el que siempre mueva las fichas sea él.
3) Si la invita a salir, fija un compromiso. Déjelo para la segunda oportunidad. Mientras tanto, mueva algunas fichas a otro país, para estar preparada cuando el avance venga por el otro flanco.
4) Nunca muestre ansiedad ni desesperación. Son signos de debilidad. No le permiten pensar claro. Hacen que avance sin poner foco en el objetivo final. Entorpecen la táctica y arruinan la estrategia. Y por sobretodo, en la guerra fortalece al enemigo, lo deja tener el control y el dominio de la situación. Pero aún peor, en las batallas del amor, lo envía directo a las trincheras, donde puede protegerse y es difícil atacar.
5) No se juegue el todo por el todo. Tenga unas fichas aquí, otras allá, otras más allá, y vaya manejando las expectativas. Sólo pongas todas las fichas en China para atacar Kamchatka cuando esté absolutamente segura que ese es el país que quiere conquistar.
6) Siempre muéstrese un poco débil, otro poco desvalida, otro poco que no entiende el juego, casi como que ni sabe tirar los dados. Si avanza muy rápido, conquista muchos países, y muestra que es inteligente y capaz, es obvio que el contrario va a abandonar el juego, para buscar un contrincante más fácil (en todo sentido).
7) Si quiere que el juego dure, por lo menos el tiempo suficiente para ver s puede alcanzar el objetivo: vaya despacio, país por país, mano por mano, tiro por tiro. Piense. Siempre piense antes. No actúe impulsivamente. Aunque muchas veces pueda ganar, deje ganar al otro. No se adelante. Siempre hay un momento exacto y correcto para atacar. No pierda ese momento. No es antes, no es después. Errar en cualquiera de estos puntos, hace que el juego termine demasiado pronto, y hay que sacar una nueva tarjeta y volver a empezar.
8) Recuerde, por algo el juego se llama: Táctica y Estrategia de Guerra.

Bullshit. Todas estas reglas pueden estar en el manual que quieran. Y funcionan. Se los aseguro. Es como cuando comenzaron a aplicar “El Arte de la Guerra” en Marketing. Los principios son correctos, sólo hay que aplicarlos en un nuevo terreno.

El punto es, que en mi idealismo, en el sentimentalismo absurdo y cursi, el amor no debería manejarse como en una guerra. No debería manejarse. Sencillamente debería ser espontáneo. Simple. Que ambas partes vengan avanzando por el territorio y se encuentren en el medio de camino, en un punto justo. Sin batallas, sin tiros. Desarmados. Abiertos y dispuestos. Con una simple carta de acuerdo mutuo en el que se estableciera: vamos a respetarnos, a conocernos, a querernos, a admirarnos, a ilusionarnos, a esforzarnos, día a día, minuto a minuto, segundo a segundo, para llegar a amarnos, y seguir entonces respetándonos, conociéndonos, queriéndonos, admirándonos, ilusionándonos, entregándonos, esforzándonos, día a día, minuto a minuto, segundo a segundo.

No quiero jugar a este juego. Porque recuerden, el juego se llama Táctica y Estrategia de Guerra. Que es exactamente lo contrario al amor.

lunes, 6 de abril de 2009

Todos los caminos conducen a Roma... y de vuelta a Buenos Aires

Hay un momento de tu vida en el cual el más mínimo detalle te colapsa. Es un derrumbe previsible pero imprevisto. Una eclosión de sentimientos acumulados. Como la ruptura de un dique: sólo hacía falta un punto más de presión. Uno sonríe. Aquí y allá. Enjuga las lágrimas y sigue. Da otro paso, se levanta cada día, con un poquito más de esfuerzo tal vez, pero sigue. Y de pronto, una amiga te dice: me puse de novia. O te cruzás con una pareja que hace mucho no ves y ella está embarazada. O se te rompen las bujías del auto. O volviste de vacaciones del paraíso a tu vida habitual. Sí, cada una de estas cosas no tiene que ver con la otra. No hay una relación visible, ni siquiera aparente. Pero los hilos están. Y es que todo desemboca en el mismo resultado. Cada una de estos pequeños golpes, es una estocada certera, en la débil construcción de la realidad aparente. Cada una de estas situaciones sólo te hacen dar cuenta que el tiempo pasó, que cada uno siguió con su vida, y que a pesar del tiempo, los meses, lo que hayas hecho o dejado de hacer, la realidad ineludible es vos también te moviste, que te moviste pero no hacia adelante, y que seguís estando sola. Que vos no estás saliendo con nadie, que no encontraste a alguien con quien tener un hijo, que tenés que llevar el auto al mecánico y tratar de entender que es una bujía o que hace la computadora, y que en las fotos de las vacaciones, sin desmerecer, sigue estando tu querida amiga que volvió a su casa con su marido y su hijo, y no el hombre de tu vida.

Finalmente fui a Roma. Después de años de postergaciones. No en busca del amor. Pero sí con la esperanza que guardaba hace ese mismo tiempo de encontrar uno. O tal vez era la mejor excusa de tenerlo lejos y no buscar a nadie cerca. Lo cierto es que allí estuve. Y volví sin nadie. Con un sueño cumplido pero más desesperanzada que antes. Con una desazón inconsolable. Con el dique repleto de fisuras, y el agua que crecía. Un fantasma que da vueltas. La soledad que acecha. El peso de las pequeñas decisiones diarias. Y sin excusas. Con la responsabilidad de saber que ya no puedo decir: mi amor está en otro lado.

Me enamoré de Roma. Pero no en Roma. Tenía una ilusión de encontrar a alguien y sólo había ruinas. Y eso fue lo que traje. Cargaditas en el baúl del alma.

martes, 10 de febrero de 2009

El beso perfecto

Hay dos bocas que son perfectas la una para la otra. Dos labios que se unen en uno sin grietas ni fisuras. Se convierten en un beso único, mágico, sensual. Las sombras recortadas sobre el fondo de dos bocas que se acercan, levemente entreabiertas, despacio, sigilosas. Se apoyan suavemente, hasta casi imperceptiblemente, sólo se siente la tibieza de la piel. Se cruzan, un labio, otro, uno y otro. Presionan. Despacio. Se vuelven a abrir, se reencuentran. Entonces las cabezas giran un poco, muy poco, y sienten su respiración, su aliento tibio, los labios se unen, y las lenguas húmedas se rozan, juegan dentro de la oscuridad. Las manos en la nuca. Se acercan. Se retienen. Y el movimiento se repite, una y otra vez, a su tiempo, sin urgencias, disfrutando cada instante, permaneciendo. Las cabezas hacia un lado y otro, y la presión aumenta, y de a poco el beso se hace más fuerte, más seguro. Y aprieta. Y afloja. Jadea. Respira. Y juega, en las comisuras, en el centro. Un par de labios sostiene al otro. Y la lengua roza apenas los bordes. Y vuelve. Una, otra vez. Se encuentran. Se separan. Se reencuentran. Saciándose. Llenándose. En un sinfín. Como una melodía. Buscando el equilibrio entre la delicadez y el desenfreno, entre la prisa y la pausa, entre la suavidad y la fuerza. Encajan. Se funden. Se hacen uno. Son uno.

Mil besos. Millones. Sin embargo, más allá del amor, de la pasión, del sentimiento, sólo uno es perfecto. Simple y sencillamente perfecto.

Quizás aún te esté aguardando.

Quizás lo tengas a diario.

Quizás sólo pasó una vez.

Quizás más que esa vez.

Y no importa si lo tienes o si fue. Si es tuyo o si no es. Si lo recuerdas, lo ansías, lo puedes o no tener.

Si fue apasionado, sutil, corto, suave, eterno, desbocado, imprevisto, inesperado, pausado, desenfrenado, o como pueda ser.

No importa cómo, ni cuándo, ni dónde.

Porque sigue ahí. Porque simplemente existe y es.

Aún cuando ni ese beso ni esa boca te pertenezca, te corresponda, te extrañe, te añore, te piense, te desee, te quiera.

Y de aquel beso solo queden aromas, sensaciones, huellas, y el saber que sólo entre esas dos bocas, entre esos dos labios, puede suceder, que todo se conjugue alguna otra vez para que vuelva a ser, perfecto… otra vez.

jueves, 5 de febrero de 2009

Always the friend... never the bride

No se si hay un componente genético, una historia, una educación, simples costumbres, o una secreción corporal que anula las feromonas y elimina otra hormonal igual de poderosa pero desconocida, que hace que una mujer pierda su condición de fémina para convierta en el tan querido y conocido amigo de toda la vida Cacho.


Sumada a mi inhabilidad por conquistar al hombre que a mi me gusta, tengo una extraña capacidad para relacionarme de manera extremadamente amistosa con los hombres (el extremado no pasa a otros planos, simplemente denota mucha cercanía). Creo que durante mucho tiempo enarbolé esta característica como una virtud, como algo que me distinguía de las mujeres de manera positiva porque me hacía estar un poco más del lado de los hombres, conocerlos más, comprenderlos más, entrar en su mundo íntimo (que definitivamente es mucho menos fascinante que el femenino). La mejor amiga de los hombres. La versión masculina de una mujer, o el lado oculto femenino de los hombres. Sí, llegué a ser esa. La compinche, la que va a las cenas del grupo de amigos y es la única dama, la que escucha las peores ordinarieces sin inmutarse, la que escucha los desconsuelos y llantos por otras, la que comprende la queja masculina por miles de detalles femeninos con los que jamás se caracteriza, la que guarda los secretos, la que puede dar consejos porque en realidad está del otro lado. La que entiende de futbol, autos, motos. La que se aburre en las charlas de peluquería.
¿Pero que pasa cuando esto perdura en el tiempo? ¿Cuándo en realidad te descubrís en tus treintipico rodeada de amigos varones casados y con hijos, amigas mujeres casadas y con hijos, y acá… siendo aún la mejor amiga de todos?

La incapacidad por reconocerse como una mujer plena, aceptando los defectos y virtudes que trae aparejada la condición, lleva con el tiempo a convertirnos siempre en la amiga, pero nunca la novia.

En realidad ningún hombre que se precie quiere estar con una mujer que justamente no lo parezca, o mejor dicho, no refleje, aparente el estereotipo de mujer consensuado por la cultura y la sociedad desde hace años.
Porque entonces el sexo que nos determina desaparece, se desvanece tras el personaje creado, se desdibuja en las actitudes cotidianas que cuanto más nos acercan paradójicamente más nos alejan.

Es un dilema más difícil de resolver de lo que parece (o no). La realidad es que me siento más cómoda con el sexo opuesto. En todo sentido claramente. Un gusto aprehendido quizás. Muchos primos, hermanos, compañeros de jardín. No se si son justificaciones o excusas. Y lejos estoy de ser un marimacho sobre mis taco aguja y mi maquillaje diario. Pero no me reconozco en la mujer dócil, tibia, indefensa y desprotegida que necesita la protección del macho al lado.

Seguramente sólo hay que encontrar el límite difuso e impreciso. Esa tierra de nadie en la que cada uno toma la decisión de qué lado estar, y tener claro cuál es la frontera hasta la que podemos acercarnos pero que no se debe cruzar. Cuál es el límite de lo que se dice y se comparte. Cuándo estar y cuando irse. Guardar más silencios. Hacer aflorar el misterio. Mantener un poco la distancia. Y estar… pero no… y otra vez…. Pero no. Convertirse en esas mujeres lejanas e inalcanzables, incomprensibles que invitan a conocer, investigar, descifrar. Y una vez que alguien caiga en las tibias fauces de lo desconocido…. Volver a sacar las garras, y seguir siendo amiga de todos los demás.

lunes, 17 de noviembre de 2008

Filtros

Es increíble como uno pierde la objetividad y la capacidad de análisis cuando le gusta alguien. Como nos empeñamos en ver y creer lo que queremos en lugar de ver y creer lo que está clara, o no tan claramente, frente a nuestros ojos.


No sólo pasa con nosotros, sino que actuamos exactamente igual cuando una amiga nos cuenta alguna historia. Nos aferramos a una frase linda o que suena positiva, o parece que nos está diciendo: me gustás, y dejamos pasar de largo todas las otras señales que nos gritan o destellan como carteles de neón diciendo: no me interesás. Dejenmé ser clara y darles un ejemplo.

La persona que te gusta te dice cuando lo vas a saludar: que rico perfume. Y lo primero que pensamos es: ah,me está tratando de decir algo, que me presta atención, está siendo galante. Y después ni te llama, ni te habla ni busca excusas para estar con vos, y pensamos: es tímido, no se anima, está ocupadísimo.

Claro, si uno busca, encuentra. Quiero decir: que si queremos desesperadamente creer que está interesado, siempre vamos a buscar la oportunidad de obligarlo a decir algo que nos parezca que demuestra su interés, o vamos a detenernos en una frase tonta que dijo al pasar, en una mirada que duró un segundo más de lo que dura cualquier mirada. Lo vamos a consultar con todas nuestras amigas que saben del caso, y por supuesto, vamos a resaltar estas partes, y vamos a omitir que es super simpático pero jamás nos pidió el número de teléfono, que no nos escribe por el msn si no le escribimos ( y que aparte tiene nuestro msn porque nosotras se lo dimos, y no porque lo pidió), que casi todas las conversaciones en las que te dijo algunas frases ambiguas fueron generadas por una, que nos estamos inventando una historia que solo existe para nosotras, y cuando el tiempo pase, y nos demos cuenta que en realidad nada pasa, lo vamos a tildar de histérico o de gay.

Es muy difícil cuando alguien te gusta poder desde el comienzo ver la realidad sin ponerle un filtro de colores para embellecerla. Es una mezcla de esperanza e ilusión, de encontrar a alguien que finalmente comparta lo que sentimos, las ganas de ser correspondidas.
Hay que aceptar lo que es. No pensar tanto, no analizar cada palabra, disfrutar del momento y simplemente dejar que todo fluya. Y ver que pasa. Si pueden…

lunes, 29 de septiembre de 2008

Lucía en el espejo...

Hace algunos meses, cuando estaba sin trabajo, y tenía mucho tiempo al pedo, leía muchos blogs, que fui abandonando cuando conseguí trabajo, me dediqué a trabajar 12 horas por día y dejar la mente en blanco cuando llegaba a mi casa.

Uno de esos blogs era Ciega a citas, la historia de Lucía, que tenía como objetivo conseguir un novio antes del casamiento de su hermana, no sólo para no ir sola, y sentir la mirada acusadora de todos los invitados, como he comentado yo también en otros posts, sino para ganarle una apuesta a su madre, a la que escuchó decir en una conversación con la hermana que se casaba: “si tu hermana va con un novio a tu casamiento, uno de verdad, no un amigo gay, o un ex novio, te pago la fiesta”. Sin comentarios alusivos sobre la crueldad, desprecio y poca comprensión de la vieja bruja, y enfocándonos en Lucía, es terrible la presión y la desesperación a la que conlleva una misión tan exigente, e improbablemente victoriosa en los tiempos que corren. Así pasó Lucía por varias idas y venidas, salidas infructuosas, patéticas o divertidas, tristes o simpáticas. Por estados de depresión y llanto. Por horas de ansiedad. Por interminables vericuetos y situaciones indeseadas. Hoy después de muchos meses sin leerla, me dio intriga saber si habría ganado la apuesta, si habría conseguido un novio para la fiesta, pero más que nada, saber si estaba feliz. Y porque no, les confieso, saber si había esperanzas. Porque en todas esas líneas me sentí mil veces identificada: por la edad, por la situación, por los sentimientos, por las opiniones familiares, por las miradas ajenas, por las incomodidades festivas, por los prejuicios, por las propias dudas, por las angustiantes soledades, por las costumbres de la soltería, por los miedos… o por EL MIEDO, el más grande, el de quedarse sola. El de no encontrar en este mundo de lunáticos, alguien normal que te acompañe. Y allí fui, en busca de la respuesta.
Tristemente me encontré con lo que más temía. Lucía fue sola al casamiento. Después de meses de un arduo trabajo, de intentar, de no darse por vencida, de probar, de seguir, de tratar, de quebrarse, de levantarse, de reintentar, de recomenzar. Empecé a leer hacia atrás, buscando saber que había pasado. Y resultó que hasta último momento, hasta el día anterior, Lucía estaba con alguien. Casi. Casi lo logra. Pero no. Porque la noche anterior, en medio de lágrimas, decidió dejar a José. Entonces me sorprendí. Más que me sorprendí, me quedé helada, petrificada frente al monitor. Porque coincidencias había muchas, pero en un simple párrafo, que me voy a permitir transcribir, encontré las palabras escritas como si fueran mías. Si hasta lo dudé si no eran mías, porque tantas veces las dije en ese mismo orden.

“JOSE

¿Por qué lo tenés que hacer tan complicado todo, lentejita?

LG

Porque para mí sí es una comedia romántica. Yo quiero alguienque se muera por mí. Alguien que no soporte estar con otra persona. Alguien que me mejore y que sea mejor porque está conmigo. Eso quiero. O eso quise siempre.
Y no quiero conformarme más. Si no es así, prefiero quedarme sin nada”

Esa es la respuesta sincera a por qué Lucía fue sola a la fiesta.
Esa es la respuesta a por qué está sola.
Esa es la respuesta a por qué estoy sola.

Y yo tampoco quiero conformarme. Pero tampoco quiero quedarme sin nada.

miércoles, 10 de septiembre de 2008

Del enamoramiento al amor... o no

¿Cuánto dura el enamoramiento? ¿Cuándo empieza el amor? ¿O cuándo muere antes de nacer? ¿Cuál es el instante exacto en que cae el velo de la ilusión, en qué aparece la realidad… para bien o para mal? ¿Cuándo se sabe si “es”… si es que alguna vez se sabe? ¿Cuándo lo que alguna vez te gustó comienza a molestar? ¿Cuándo la gracia se convierte en fastidio? ¿Cuándo se instala la duda y carcome las certezas? ¿Cuándo el amorío se convierte en relación? ¿Cuándo no es más ida, sino que también hay vuelta? ¿Cuándo se termina con absoluta seguridad? ¿Cuándo se empieza sin más “peros”? ¿Alguna vez se completa el check list de lo que queremos y no? ¿Cuándo todas las preguntas tienen su respuesta? ¿En que momento justo echan a volar las mariposas que estaban en la panza? ¿Cuándo desaparece la sensación de que ni un abrazo alcanza para fundirse, qué siempre hace falta apretar un poco más? ¿Cómo se detectan los pequeños detalles que hacen que te quedes para siempre? ¿Cuándo dejamos de tener sexo para hacer el amor? ¿Cuándo el “me da igual” significa: todo lo que hago con vos me gusta, no hace falta elegir, y cuándo: no me importa? ¿Cómo se hace para que todo lo que te encanta, te siga “encantando” cada día? ¿Cómo se hace para que estar no sea sobrevivir? ¿Cómo se pasa de los 3 meses, a 6, a un año, a dos, a diez, a siempre?
¿Se puede asegurar el camino directo del enamoramiento al amor, sin escalas, ni piquetes, ni fracasos?

No se. No se ninguna de estas respuestas. ¿ustedes sí?

lunes, 1 de septiembre de 2008

Carta para no leer

Este post no es mío. Es de uno de mis mejores amigos. De esos que te da la vida para siempre.
Ni siquiera es un post. Es justamente una "carta para no leer". Esas que se escriben en silencio, que se sufren en penumbras, que se acallan con esfuerzo. Es todo lo que uno quiere decir ... y no quiere. Porque cuando llega la muerte del amor, las palabras que se dicen suelen ser crueles, simples, seguramente despiadadas. Pero las que callan son las más dulces, las más dolorosas, las más poéticas. Y es que claro, esas, las más bellas, están destinadas en realidad para decirse cuando el amor fluye, cuando uno hace lo imposible para que perdure, cuando uno quiere alimentarlo de ilusiones, sueños, esperanzas y recuerdos inventados.
Así que por esta vez dejemoslás fluir. Seamos testigos de los sentimientos más internos de los hombres. Veamos esta vez que ellos también aman, sufren, lloran, pierden.



Carta para no leer
Despojado de un amor tan perturbado que cego mi realidad inpunemente, puedo ahora ver la inmensidad de tu mentira, de tu juego pernicioso. El indisimulable dolor manifiesto que sentiste con su pérdida, tu desesperación hiriente para salvar lo insalvable, porque podrás recuperar su cuerpo, pero nunca entero, nunca pleno. Y hablo de El, no hablo del amor perdido... El último aliento de tu relación conmigo, malgastado inoportunamente sin sentido en un pedido de ayuda para recuperar lo irrecuperable.
La sensación inequívoca de vivir equivocado, el dolor que se escurre hasta los huesos de saberme perdido tanto tiempo en un amor tóxico. La idiotez con que creía tu veneno no letal, aunque doloroso , y la sensación de libertad que revivió expontáneamente en el vacío de la razón, liviana como el aire, estaba la verdad ante mis ojos. Cuanto me mentí traicioneramente mirándome a los ojos, cuanto me expuse sin saberlo, o a sabiendas... es igual.

Puedo ver ahora la inmensidad de tu mentira. Ya no siento más dolor, y la pena se reduce lentamente pero firme, incorruptible.... Cuánto te tuve entre mis brazos y que poco te he conocido. A donde fue la complejidad lineal de mi criterio, si tan sólo tomarte de la mano pudo más que mil verdades. He conocido el amor, y lo he sufrido, mas no cambio uno solo de mis días si estos sirvieron para aprender a respetarme, a conocerme vivo.¿Qué hubiera sido de mi sin el dolor que me causaste, cuántos años más tendría que haber pasado para crecer como he crecido?

Esta carta la escribi mil veces en mis sueños, y esta sola vez con el teclado, sentí miedo al darme cuenta que más tiempo pasa y más olvido, me duele menos, y se esconde en mi alma la fuerza de un amor que siendo tan fuerte, no fue correspondido.

No se cuando la voy a enviar, quizas nunca o tal vez te llegue, animado por un coraje tímido. Probablemente no hayas tenido la oportunidad de leer hasta este párrafo, pero si así fuera...... quiero decirte que ya no soy el mismo, que ya no espero nada, ni un mensaje, ni un llamado, ni noticias.... no espero nada porque prefiero inventarme tu recuerdo, en nuestra casa del country , en el jardin, con un gran perro y muchos hijos riéndo con tu risa.

"Ya no la quiero, es cierto, pero talvez la quiero. Es tan corto el amor, y es tan largo el olvido.
Porque en noches como esta la tuve entre mis brazos, Mi alma no se contenta con haberla perdido.
Aunque este sea el ultimo dolor que ella me causa, Y estos sean los últimos versos que yo le escribo."

by CJR

martes, 12 de agosto de 2008

Conversaciones metafísicas

Vos querrás saber. ¿Saber qué cosa? Suelo querer saber sobre todo, sin importar el tema, y no sobre la vida de los demás, o por lo menos los demás que no son conocidos, sino saber del conocimiento histórico y popular, pero supongo que no hablás de algo tan amplio. No, digo saber qué pasa. ¿Qué pasa con qué? Con esto que no hay o no es, ¿decís? Es que hay, es que es. Simplemente que no quiero que sea, porque quiero estar sólo y siento que si lo dejo salir, estar juntos es el único camino posible. No podés conocer el camino si no hay primero señales, mapa, reconocimiento, recorrido, y una historia del viaje. Las señales están, el reconocimiento llega, el recorrido se hace y armamos la historia. Pero igual te vas, en el primer cartel tomás un desvío. Porque se que sos. Simplemente sos. El sueño de lo posible. Lo que imaginaba, buscaba, anhelaba. Y no necesito verte, y estar, sino simplemente saber que estás. Porque las uniones no sólo vienen de los cuerpos, sino que vienen de un llamado lejano, de una historia que arrastra el cosmos, y se plasma en un momento único, justo, determinado. Cuando estás listo. Cuando podés ver, no con los ojos sino con el alma. Y hoy llegaste hasta aquí. Y simplemente estás. Existís. Respirás. Sólo saberte me alcanza para confirmar que sencillamente ha llegado ese minuto en que todo lo esperado se hace tangible. El miedo te espanta. Y también me enfrenta. Te aleja. Y me acerca. Sólo hace falta un paso para llegar. Sólo decime que para vos es igual. Para mi es igual. Que el minuto llegó. El minuto llegó. ¿Estás?...

lunes, 11 de agosto de 2008

Los cons de vivir sola (2a parte)

Las desventajas de vivir sola pueden surgir hoy. Un día domingo, después del almuerzo en familia, cuando se juntan el vacío del tiempo que queda, y la tristeza del que falta para que sea lunes otra vez. En esta guarida que a veces hace de refugio y otras de prisión, en este espacio tan propio, tan a veces, demasiado propio, falta algo, falta alguien. Faltan perfumes, objetos, actos, sueños, proyectos. Este territorio unipersonal que muchas veces clama su victoria, también, otras tantas, grita su derrota. Y en el manifiesto de rendición se hace presente una lista de ausencias que dos por tres se hacen presentes, de necesidades incumplidas que reclaman soluciones. Entonces todas aquellas ventajas, tienen en contrapartida, como todo en la vida, sus desventajas. Desde las más supérfluas, hasta las más profundas.
  • No tenés a nadie que te ayude a mover los muebles pesados para poder limpiar y ordenar.
  • Que te cuelgue los cuadritos que comprás en todos lados para adornar las paredes, y por miedo a que se rajen con los clavos que no sabés clavar, quedan siempre vacías, y los cuadritos amontonados aquí y allá.
  • El único que te dice sin mucha objetividad, porque sigue siendo tu mirada la que determina, si estás linda para salir es el espejo.
  • Cuando llegás del trabajo cansada, agotada, rendida, deseando sólo alcanzar el sofá, tirar la cartera, y sacarte los zapatos, nadie te espera para hacerte un masaje, preguntarte cómo fue tu día, y cocinarte algo rico.
  • A falta de compañía vivís con la tele y la laptop prendida, a la vez, y con el msn, el facebook, y el mail abiertos. Just in case.
  • Tenés que encargarte de todo, más allá de tus ganas, tu estado de humor, tu falta de tiempo: poner a andar el lavarropas, colgar la ropa, ordenar, juntar las cosas, guardar la ropa, ir al super, bajar sola las bolsas del auto, cocinar, lavar, llegar a tiempo para que no cierren los negocios en donde tenés que comprar lo que te falta, llevar a arreglar todo lo que se rompe, ir a buscarlo, quejarte con Fibertel, pagar las expensas, el alquiler, los servicios, cambiar los cueritos, cambiar lamparitas. Y seguir enumerando…
  • A la casa le falta olor a hombre
  • Cuando estás enferma no hay nadie que te haga un té caliente, te compre los remedios, te abrace mientras llorás por la fiebre, y te acaricie la frente.
  • No tenés a quien bañar ni quien te lave la cabeza
  • La cama a veces se siente inmensa, fría, vacía. Falta el abrazo previo al sueño, el pecho contra la espalda, los brazos envolviendo, el beso de hasta mañana.
  • Comés en la mesita del living frente a la tele, aunque tengas mesa del comedor y en la cocina, en silencio mirando televisión (ojo, cuando hay alguien muchas veces también hay silencio y televisión)
  • Cuando terminás de ver una peli no tenés con quien comentarla.
  • Terminás yendo sola a los cumpleaños en los que están todos en pareja, y uno siempre está descolgado. A las fiestas familiares, a las Navidades, a los recitales, al cine. Ya hablé en otra nota de los casamientos porque merece un capítulo aparte.
  • Cuando ves ropa linda de hombre en las vidrieras no tenés a quien regalársela.
  • Te perdés de conocer nueva música, ver otros programas, tener otra mirada de la vida. Un guía que te muestre el camino que ya recorrió y no tengas que ir descubriendo sola a tientas.
  • Las decisiones las tomás siempre sola. Las simples, las complejas. Las que necesitan de otra opinión. Las que merecen una discusión. Las que piden apoyo. Las que reclaman seguridad.
  • Falta quien te abrace, te escuche, te entienda, te contenga, te consuele en tus más inexplicables desesperaciones, en los llantos sin sentido, en las broncas acumuladas, en los desahogos contenidos.
  • Y claro que sí, te falta tener a alguien con quien hacer el amor. Porque sexo por sí mismo seguramente se consigue. Una noche, varias noches. Pero alguien que te mire a los ojos, que te conozca, que te sienta, que te entienda. Porque el sexo en sí mismo está muy bien, el sexo con amor está mejor.
Parece que buceando en las profundidades, las ventajas son más de logística y las desventajas emocionales. Las ventajas son prácticas, las desventajas sentimentales.
Mantener muchas de las primeras es una cuestión de negociación, espacio y entendimiento mutuo. Conseguir subsanar las segundas es encontrar a alguien que te complete, y aún así, no te haga sentir la falta de las primeras.

sábado, 26 de julio de 2008

Los pros de vivir sola

Vivir sola tiene muchísimas ventajas, más allá de si es vivir sin una pareja, o sin una madre, o sin hijos. Hay ventajas para todos los gustos:
  • Vivís en tu propio desorden sin que nadie te diga: juntá lo que dejaste tirado. Y a su vez, no tenés que perseguir a nadie para decirle: juntá lo que dejaste tirado.
  • Todo, pero TODO el placard: es tuyo. No hay que tirar la remera de las ballenas porque no hay lugar, ni compartir, ni correr, ni sacrificar tu propio espacio. Podés ordenar las remeras y los sweters por color, por tamaño, o por ocasión de salida. O si no tenés ganas, no ordenarlo. Total, entra todo.
  • A la hora de la comida, cocinás una milanesa, un bife, o una ensalada, o un yogurt. No tenés que consultar con nadie qué tiene ganas de comer, sólo con tu estómago, y nadie te va a decir después:”no te salió tan rico esta vez”. O: “mmm.. no tenía ganas de comer carne, comí al mediodía”.
  • Cuando terminaste, y llegó la hora de lavar, es muy simple. O va a dormir a la pileta, o lavás solo un plato, un vaso y un juego de cubiertos. Sencillo y rápido.
  • El botiquín del baño puede tener todas las pelotudeces que se te ocurran: algodón, algodoncitos para sacarse el maquillaje, quitaesmalte, esmalte, crema para contorno de ojos, para la noche, para el día, para la tarde, bases de distintas tonalidades, mil sombras, rimel, cepillos, crema para el pelo, hebillas, tus propias maquinitas de afeitar, más cremas que nadie sabe para que sirven pero están, desodorantes, toallitas, tampones, Carefree, secador, planchita, buclera, aceites, lociones, sales de baño, burbujas para el baño… creo que hasta yo me perdí.
  • No hay que compartir el dominio del control remoto. No hay fútbol: ni el campeonato local, ni Chacarita contra Mandiyú, ni el Barza contra el Real, ni la Eurocopa, ni nada de nada de nada. Sólo le hace caso a tu dedo y decide ver: series, novelas, publicidades, o ir de una punta a la otra sin ver nada, varias veces, ida y vuelta, hasta que te convecés que no hay nada, y te vas a dormir.
  • Podés llegar de la oficina y tirarte en el sillón apenas dejás la cartera. Y no hacer nada de nada, ni tener que hablar con nadie, ni responder, ni preguntar.
  • Las cosas van donde más te gustan y no tenés que consensuar con nadie el color de las sábanas, ni de las cortinas, ni los muebles que van, y sobretodo, aquellos que no van.
  • Escuchás la música que querés, todo el tiempo que querés, y la repetís cuantas veces querés, hasta tu propio hartazgo (o el de los vecinos, que igual no tienen ni voz ni voto)
  • Entrás y salís cuando te viene en gana. A horas insólitas o no tanto. Y también entra y sale quien te viene en gana, a las horas insólitas. O no tanto.
  • Podés respetar tus silencios. Y si tenés ganas de hablar, sólo hace falta levantar el teléfono.
  • No hay posibilidad de que vengan amigos de tu novio, de tu vieja, de tus hermanos que no soportás. Por lo tanto, generalmente la gente que viene a tu casa, es más que bienvenida. Porque si no, siempre está la opción de no atender el teléfono o el portero, o simplemente decir: estoy con gente, o no voy a estar.
  • Podés andar por la casa desnuda después de bañarte. O antes, o siempre.
Toda esta panacea es maravillosa. Es un pequeño mundo construido a la medida, imagen y semejanza de su dueño. Pero claro… no todo lo que reluce es oro, ¿no? Y aunque parezca que se tiene todo, también falta tanto….
Pero eso se los cuento mañana, porque ahora voy a disfrutar de la cama de dos plazas toda para mi, para dormir en el medio, o en el costado, o a los pies, o donde caiga. De eso me había olvidado.

viernes, 11 de julio de 2008

Esquizofrenia

A veces uno se pierde en la oscuridad, o se duerme en la bruma. Desaparece. Se desvanece. A veces la tristeza es tan densa que consume hasta las palabras. Las ausencias son tan presentes que ocupan, asfixian, aprisionan. Te dejan aislado en un cuarto sin luces ni ventanas. Entonces sólo queda dormir, o llorar. Seguramente callar.
Buscar adentro, adentro. Donde ya no hay nada. Ahondar, seguir, explorar. Silencio. Ecos. Recuerdos. Un día estuvo aquí. El sueño se hizo presente. Lo sentí. Lo toqué. Lo viví. Y se fue. Cruzó el mar. No importa donde, simplemente lejos. Donde no llegan las palabras, ni los gritos, ni el llanto. Y abrazás el aire. O la esperanza. Hasta que vuelva. Hasta que regrese. Y no regresa. O sí. Pero no a mí. A otra. A la de siempre, o la de casi siempre. A la que no era, pero resulta que es. Y te lo cruzás. Se miran. Nada. Un guiño. Un abrazo imperfecto. Los cuerpos no se amoldan. Ya no se conocen. Tiene otra dueña. Los besos son de otra. Las risas, los proyectos, los perdones. Sólo queda irse. Huir. Esconderse. Olvidar. Dormir, dormir, dormir. Encontrar otro sueño más allá de la vigilia. Ya no es él. Es la soledad toda. El miedo. La incertidumbre. La desilusión. Todo lo que pasa no es simplemente por alguien, sino por todo. Pasa el tiempo. Días, meses. Sí, me fui. Salaron las heridas, y volví. Casi renovada, con rumores lejanos. Frases que aún retumban de vez en cuando. El contorno de un cuerpo que se hizo sombra, o espectro aún a veces vaga por mi casa. Cuesta tanto suplantar. Avanzar. Cambiar. Todo se adhiere. Se aferra. Pero ya no más. Aquí estoy. Las palabras se acercan tímidas. Espían. Se preparan. Están alertas. Para volver a empezar.

jueves, 15 de mayo de 2008

Viviendo en Gayland

Hay un prejuicio medio instaurado:

Si un hombre es buenmozo, inteligente, simpático, se viste bien, ronda los treinta y pico, y está soltero: es gay.
Esta creencia está fundada sólo en la creciente paranoia femenina de que el universo gay se agranda día a día, dejándonos sin mercado, y privándonos de los mejores productos.
Cada uno debe cargar con su propio estigma. La diferencia es que si una mujer tiene ese mismo perfil y está soltera, no dicen que es torta, simplemente dicen que debe ser una histérica, con un carácter de mierda, pretenciosa e inconformista.

Cómo me contestó un amigo, justamente gay, el otro día ante mi duda sobre el chico que me gustaba: “Cortenlá con la paranoia y háganse cargo: ahora siempre usan eso como excusa si un tipo no les da bola”.
¿Será? ¿Los sentenciamos en pos de no reconocer nuestra propia derrota?¿O será que el sexto sentido de las mujeres de verdad funciona y ante signos mínimos podemos detectarlos? La otra pregunta entonces es: ¿por qué nos gustan?

Hay un límite difuso e irresistible entre el hombre perfecto y el homosexual, que también es perfecto, pero para otros. Claro que hay de todo, y no podemos generalizar, pero por lo menos en mi prototipo del hombre gay encajan casi todas las cualidades que busco en el hombre para mí, y lo peor es que los que conozco, son así la mayoría justamente para darme la razón.

Son altamente estéticos, cultos, simpáticos, inteligentes, seductores, dulces, y encantadores. ¿Qué más podríamos pedir? Que les gusten las mujeres.

Yo también tengo treinta y pico. No voy a hablar bien de mi, pero para seguir con la lógica que quiero plantear, una amiga me respondió: “tal vez no es gay, es igual a vos pero en hombre”.

Esperaría que sí. No puedo preguntarle. Sólo tratar de descifrar señales. Habrá que ver si su “demasiado simpático” es nada más que eso, es un tímido encubierto, es que no le gusto, o que efectivamente, sólo es demasiado simpático porque los otros demasiado los deja para otros.

sábado, 3 de mayo de 2008

K ces? Hblmos? Dnd tas? Kres?

Los SMS son una mierda.
Sí, tal vez mi afirmación es demasiado categórica.
Ese lenguaje particular repleto de Kas, carente de vocales, acotado, sin matices, sin adjetivos que destruye la gramática es la nueva manera de conversar, de comunicarse, de estar sin estar.

Este medio no hace más que quitarle personalidad a una comunicación. Es un activador de la ansiedad para las mujeres. Es una protección invisible para los hombres.
¿Cuánto más fácil es arreglar una salida por mensaje? Dos o tres frases, sin seducción, sin gestos, sin miradas. Pim, pum, pam, listo. Directo y al grano. Sin tener que recurrir a una conversación fluida, a frases ingeniosas, a tratar de convencer o por lo menos incitar. A través del mensaje es: “sí o no. La decisión queda en vos. Si decís que no, me escondo tras el teléfono, sin vergüenza, sin remordimiento, sin cuestionamientos. Ya está. Puedo hacer que nada pasó”.

Ojo, que también está el eterno mensajeo sin ningún fin concreto. Que tiene su “galantería”, pero resulta exasperante. Porque después de 20 smses de ida y vuelta, uno espera un: “bueno, ¿nos vemos?”. Y resulta, que el próximo mensaje nunca llega (suelen dejar las conversaciones a la mitad sin respuesta), o es un “besos”, que no responde a ninguna de nuestras últimas preguntas.

Pero las mujeres, ¿cuántas veces hemos estado con el teléfono en la mano esperando que suene, un clásico bip, para decirnos que ha llegado el ansiado mensaje? Los guardamos, los releemos, se los mostramos a nuestras amigas para descifrar que significan 20 letras agrupadas, las llamamos en el medio del ida y vuelta para definir en una conferencia tripartita qué contestamos. Hacemos un concilio para tratar de encontrar un sentido oculto que no existe.

Ellos lo usan porque justamente tienen que pensar menos. Nosotras más. A nosotras la conversación nos sale espontáneamente, es nuestro medio. En cambio ellos encontraron la herramienta justa donde no tienen que desplegar sus encantos. Donde no tienen que arriesgarse, ni exponerse, ni enfrentarse.

Porque asumámoslo: los hombres son simples. Y encontraron en la simpleza de los mensajes un nuevo lenguaje. Ellos no quieren decirnos nada más que lo que dicen esas dos palabras. Y nosotras queremos agregarle a eso todo el abecedario.
Nosotras pensamos 10 minutos cada respuesta, eligiendo cautelosamente las palabras, sabiendo que no hay tono, o gestos que acompañen para que se interpreten mejor. Y ellos, al igual que en el cara a cara, dicen las primeras palabras que les viene a la mente, sin ponerles un fondito de color siquiera.

Así que yo diría, que antes que nos volvamos locas, pensando, elucubrando, descifrando, buscando y esperando, la próxima respuesta escrita, debería ser: LLAMAME.

viernes, 25 de abril de 2008

What if...?

¿Cuántos “what if…” tienen dando vueltas por ahí?


What if…. No hubiese dejado a ese chico, what if… no hubiese renunciado a aquel, trabajo, si no se hubiese muerto mi papá, si hubiese elegido mejor a los hombres de mi vida, si hubiese ido a otra facultad, si… si ... si
Cada si…, hubiese creado un camino distinto, y luego otra decisión que tomar, y otro camino distinto. Quizás hubiese sido un atajo, quizás un recorrido sinuoso, quizás uno sin salida. Es como “Elige tu propia aventura”. Un si… no cambia una cosa que no nos haya gustado, o que hubiésemos hecho distinto. Un simple si… hubiese cambiado todo.
Hubiéramos sido otros, conocido a otras personas, vivido otras experiencias. Y nuestra vida, tal como es, no hubiese existido.
Entonces sí, seguramente hubiésemos tenido cosas mejores. También peores. Lo único que tenemos por seguro es que no seríamos esta persona que nos llevó, toda esa vida que a veces nos cuestionamos, ser.
Y quien sabe si no nos gustaría mucho menos la persona que hubiésemos llegado a ser eligiendo cualquiera de las otras opciones.
Si estamos aquí es por algo. Es irreversible. Así que sólo nos queda pensar a dónde queremos llegar, en qué queremos convertirnos, cual es esa persona que elegimos a cada minuto ser, para que en nuestros próximos “what if” tomemos la decisión correcta. Y el what if… deje de ser, cuando ha pasado el tiempo, un cuestionamiento, porque pase lo que pase, uno toma le mejor decisión posible en el momento en que se encuentra.

miércoles, 23 de abril de 2008

En mi cama una cualquiera....

No se si esta discusión tiene una resolución. No se si hay alguien que vaya a tener razón. El enunciado parece simple, la conclusión también. Pero a fin de cuentas, no lo es.

Si una mujer se acuesta muy rápido con un hombre, entonces, no la pueden tomar en serio.

¿Prehistórico pensarán algunas? Bueno amigas, lamento comunicarles que todavía quedan unos cuantos Neandertal viviendo entre nosotras.

¿Cuál es el momento en que una puede dejar de fingir que no tiene ganas para poder finalmente estar con alguien? ¿Cuál es el límite vago e impreciso entre el muy pronto y el momento justo? ¿Justo para quién? De hecho, ¿es justo que debamos reprimirnos en nombre del decoro que quedó anticuado allá lejos y hace tiempo?

Los hombres que claman ya no ser machistas, esos que a veces se la tiran de modernos, los que corren mujeres por cada rincón con el único fin de acostarse, son los mismos que luego proclaman: “si te acostás en la primera, segunda, tercera (no se hasta que número llegan algunos)… no te van a tomar en serio”. “ningún hombre proyecta con una mujer que se llevó a la cama en las primeras veces” “tenés que hacerte desear”.

Ese hombre que busca una mojigata, después quiere que te conviertas en una puta en la cama. ¿Por qué no vale ser una “puta” desde el principio? ¿Por qué el hombre tiene derecho consensuado de poder querer sexo todo el tiempo, de demostrar sus necesidades, sus ansiedades, sus deseos, y las mujeres debemos esperar a que ellos tengan ganas de que nosotros tengamos ganas?

El hombre dice: “si yo la quiero para tener algo en serio tampoco intento que pase nada la primera vez”.
¿Alguien puede explicarme cual es la relación entre una cosa y la otra? Porque realmente… por más que trato… por más que me lo explican… no lo entiendo.

¿Que tiene que ver la seriedad con el sexo? ¿De hecho no se supone que debería ser divertido, desprejuiciado, libre? ¿Por qué el tiempo que una mujer manipula claramente la espera tiene que ver con la posibilidad de que sea una novia? ¿Si a la familia no le van a andar contando cuando se acostaron? ¿Es simplemente uno de los bastiones que le quedan al machismo: decidir sobre el sexo de la mujer?

Muchas preguntas, ¿no? ¿Y las respuestas?
Hice una encuesta, y a la única resolución que he llegado es que: no es cuestión de edad, hay tantos hombres grandes como chicos con prejuicios.

Yo se que no quiero un hombre que piense así al lado mío.
Bueno… un hombre que piense así, no estaría al lado mío…
Y no es por que enarbole la bandera del feminismo, es porque sinceramente, creo que es un prejuicio cultural sin sustento lógico ni racional, que debería quedar en desuso.

Que simplemente se besen, se desnuden, se deseen, se disfruten, se conozcan, cuando lo sientan, sin tener que contenerse, ni refrenarse, ni reprimirse, ni reprenderse.

Porque esperar un mes, dos, diez citas, o veinte, no te hacen menos puta, menos loca, menos infiel, menos novia, menos madre.

Y el tiempo dirá… si esa mujer con la que se acostaron al minuto, a las horas, a los días de conocerse, es una buena mujer, que lo cuida, que lo quiere, que se entrega, que lo desea, que lo acompaña, que lo estimula, que lo incentiva, que lo divierte, que lo excita, que lo calma, que lo entiende, y con quien puede tener una relación "en serio". Ya que estas deberían ser las bases reales para enamorarse.

Porque después de todo… el sexo… es lo que nos hace justamente mujer.

miércoles, 26 de marzo de 2008

Mil comedias no hacen una realidad

¿Por qué a mi nunca me pasa ir a un casamiento y conocer a un James Marsden o Dermot Mulroney?

En todos los casamientos que voy los únicos hombres solteros que quedan son pelados, gordos, transpirados, en un estado de ebriedad versión 2.0, tirando pasos desbaratados, con la corbada anudada en la frente cual quinceañero virgen en sus primeras fiestas. Y eso si es que queda algún soltero.

Claramente acabo de torturarme con otra nueva comedia romántica, “27 bodas”.
Lo que me lleva a preguntarme en qué se inspiran los escritores de las comedias románticas, que, seamos sinceros, para los que seguimos esperando que nos pase alguna de esas situaciones, la comicidad dejó de ser tal hace rato, y ya podríamos renombrar el género como: ciencia ficción…. Ah no, ya existe… bueno … Fantasía…. No no, tampoco…. Dejémoslo sólo en: Paliativos para la ilusión. O como algunos por suerte ya lo llaman: Romance. Ridículo, torpe, irreal, tonto, clásico, soñado y anhelado romance.

¿A alguna de ustedes les pasó alguna vez esas historias que ya se han convertido en mito o leyenda de: lo conocí en un tren, en la cola del banco, en el bautismo del hijo de una amiga que fui de casualidad, en un micro o en un avión, en un local de ropa? ¿Alguna es protagonista de una declaración al estilo: Realmente Amor, Jerry Macguire, Tienes un e-mail (no voy a repetir Cuando Harry conoció a Sally)? ¿Cuántas veces les regalaron orquideas, globos, anillos con brillantes? ¿Cuántos hombres han vuelto pidiendo perdón, reconociendo grandes errores y pequeños traspiés, reclamando el amor de sus vidas, aquel sin el cual todo pierde sentido?

Claro que no. Porque como dije: son mitos. La palabra "
mito" deriva del griego mythos, que signfica "palabra" o "historia". Si vamos a una simple definición: es un conjunto de creencias e imágenes idealizadas que se forman alrededor de un personaje o fenómeno y que le convierten en modelo o prototipo.
Focalicemos en: “creencias”, “imágenes idealizadas”, “fenómeno”.
Todo apunta a lo irreal.
De hecho otra definición cita: narración fabulosa o imaginaria que intenta dar una explicación no racional a la realidad.

El mito se extiende, se hace carne. El mito pierde los márgenes y límites con la realidad. Hasta que uno pierde la verdadera noción. Hasta que uno cree que el mito es posible. Hasta que uno comienza a esperar y a vivir como si todo aquello fuera posible. Se reproduce. Se multiplica. Se aferra a la cotidianeidad. Se dibuja, adquiere forma. Ocupa un espacio. Se apodera. Y se queda ahí.

Yo escucho historias de gente a la que le han pasado justamente las historias más inverosímiles. Pero nunca llego a conocer esa gente. Parece que estuvieran en el grado 6. Nunca son de primer o segundo grado.

Así que por favor, si alguien tiene una de primera mano, aquí les dejo el espacio….

Para saber si todavía, debo conservar las esperanzas.

lunes, 10 de marzo de 2008

Extrañándote

¿Se puede extrañar algo que todavía no pasó? ¿Extrañar es simplemente añorar momentos vividos, o es desear vivir los que todavía no pasaron? ¿Hay un tiempo reglamentario para que se pueda comenzar a extrañar, o se puede extrañar la ausencia después de sólo un momento?

Creo que crear ilusiones de lo que uno desea que alguna vez sea un hermoso recuerdo es una manera anticipada de extrañar lo que aún no tenemos. Creo que recordar intensamente los encuentros felices es estar deseando que puedan repetirse. Creo que extrañar es simplemente el sentimiento latente de algo que sucedió, no importa por cuanto tiempo, suficientemente significativo para quede vivo, respirando, deseando, esperando volver a aparecer. Un lugar, una persona, un espacio, un tiempo. Todo junto. Todo por separado. Es el hueco, el vacío, la falta, la carencia, la necesidad. Es sencillamente desear que algo que no está… esté.

Se puede extrañar con una sonrisa, con esperanza, con desazón, con dolor, con angustia, con lágrimas, con asfixia, con pudor, con remordimientos, con culpa, con locura, con pasión, con desgarro, con ansiedad, con amor.
Y también sin consuelo, sin razones, sin permiso, sin respuestas, sin saberlo, sin esfuerzo, sin ganas, sin decirlo, sin deberlo, sin asumirlo, sin quererlo.

Entonces, otra manera de decir te extraño es decirle a alguien: ojalá estuvieras aquí para colmar este vacío. Este infinito espacio en que quisiera que estés. Fundando recuerdos que añorar en el futuro. Porque se que fueron breves los momentos en los que acuñé tus besos, caricias, sonrisas, miradas, abrazos, encuentros. Pero también sé que hoy comienzo a extrañar todos aquellos que podríamos estar viviendo mientras no estés aquí. Mientras te siento lejano. Mientras espero que sólo por un tiempo, no estés conmigo.

lunes, 3 de marzo de 2008

Broma pesada

Es increíble como a veces la persona indicada viene en el envase incorrecto, en el momento equivocado y sobretodo desfasado en el tiempo.
Una espera conocer a alguien que sea de tal o cual manera, y muchas veces piensa que jamás va a encontrarlo, pero se aferra a la fantasía, la vuelve realidad en sueños, y la busca incansablemente por la vida.
Entonces, esa misma vida, jocosa, despiadada y aburrida decide tendernos una trampa. Nos dice: aquí va el que tanto esperabas.
Un hombre colmado de caricias, de frases de amor, de canciones románticas, de abrazos enormes, de risas imprevistas, de encuentros espontáneos. Un hombre que exuda sexo, que enciende la química, que transpira pasión. Y sin importar todo esto, simplemente un hombre, que cuando recordás, te hace esbozar, sin quererlo, una sonrisa.
Pero claro, como no podía tenerlo todo, lo metió en un cuerpo diez años menor.
Y todo lo perfecto, se transforma en una broma pesada del destino.
Porque, por supuesto, la diferencia se nota según en que momento uno se encuentre. Pero para no dejar detalle librado al azar, también se encargó de que no fuera el adecuado.
Escucho su risa a mis espaldas mientras escribo. Y una vocecita cruel que dice: “casi.. pero vas a tener que seguir esperando”.

sábado, 2 de febrero de 2008

El pez por la boca muere

¿A cuántas cosas han dicho que no, y luego terminaron cediendo? ¿Cuántas incontables veces se cansaron de decir jamás, y hoy recuerdan la frase “nunca digas nunca”?
Es que en esta vida no hay nada definitivo, y lo que ayer nos parecía imposible, hoy nos puede parecer más que atractivo. Resguardados tras los prejuicios, tras los principios, tras las ideas y los ideales, rechazamos lo que aún no conocemos. Así que permanezcan abiertos a cualquier posibilidad, sin decir de antemano que no, siempre dejen una ventana abierta, porque no sabemos lo que el destino nos depara, no sabemos cuantas sorpresas hay a la vuelta de la esquina, no sabemos en qué situación nos encontraremos. Puede haber un regalo de esta vida ahí esperando para que podamos disfrutarlo.
Dejen las cosas fluir. No hablen de más, porque todo lo que digan, puede ser utilizado en su contra, y ya lo saben, el pez, por la boca muere.

miércoles, 16 de enero de 2008

Las dos caras del sexo

Los hombres y las mujeres tenemos una manera muy distinta de experimentar el sexo.
No por algo abundan los chistes de: “convertite en pizza”, “en control remoto”. Hoy hasta hay una marca de ropa femenina que se llama: Vestite y Andate.

Creo que el ejemplo más claro es el diálogo de la película “Cuando Harry conoció a Sally” (sí, ya se, la cito en todos lados, pero es que es como la Biblia de las relaciones), cuando él le dice: “los hombres nos preguntamos: cuánto tiempo deberé seguirla abrazando? ¿Una hora, 40 segundos serán suficientes? Seguro a ti te gusta que te abracen toda la noche. Ahí está el problema. Algo entre los 40 segundos y toda la noche”.


Hay una dudosa y no se si comprobada teoría química, que plantea que a los hombres le bajan las hormonas hasta casi una depresión, como a los animales, y por eso deben retirarse, descansar. Sienten ese desapego, ese querer desaparecer. Las mujeres en cambio vivimos casi siempre entre la cima y la meseta. Nuestro punto de satisfacción es más lejano. Quedamos como que siempre puede haber algo más, hay un espacio por completar, y es el que queremos llenar de afecto.

Las mujeres necesitamos sentir un poco de amor. No importa cuan superadas y liberales podamos ser. No importa que podamos considerar que el sexo y el amor pueden ir separados, al igual que piensan los hombres. No importa que de verdad hayamos buscado a ese hombre por el mero descargo y placer sexual. Por un breve instante, por un lapso finito de tiempo, necesitamos sentir que la persona que está a nuestro lado nos importa, que hay algo que nos une, que podría ser un gran amor, que eso es el comienzo de algo.

Creo que tiene que ver la culpa. Por más que la evolución haya llevado a nuestro género a niveles otrora impensados e inimaginables, hay como un código genético que todavía permanece aferrado a nuestro ADN.
Esta atadura a ser mujeres.

Cuando el deseo y desenfreno terminó, el hombre quiere una cama de dos plazas, o dos cuartos, y las mujeres de una y estar encimados.

Conocemos la sensación porque también nos ha pasado. Ya sea para protegernos de que alguien quiera que nos vayamos y hemos decidido irnos antes, ya sea porque habíamos cumplido nuestro propósito y no tenía sentido seguir ahí, ya sea porque esa vez nuestras hormonas fueron las que huyeron. Alguna vez nos hemos sentido el hombre queriendo disimulada, pero raudamente, escapar de la situación.

Y la verdad es que el sexo por si mismo esta bien.
Está más que bien.

Pero, si somos sinceros, cuánto mejor es cuando hay un sentimiento de por medio, cuando podés mirarte en los ojos del otro y sentir esa vibración, y sentir el disfrute, y saber que le gusta, y que sepa que te gusta. Y poder abrazarte, aunque sea un momento, sin sentir la incomodidad del cuerpo desconocido, de la falta de diálogo, de los silencios obligados, de saber que ambos están esperando el momento en que uno decida irse.

A veces la noche de abrazo que esperan las mujeres, se extiende por lo menos hasta el otro día, en que una espera un llamado, un mensaje. Para mitigar la conciencia atormentada, o para disfrutar del interés mutuo. Para no sentirse una muñeca inflable. Aunque no sea más que por ese siguiente día. Prolongar la ilusión hasta que las horas la desvanezcan por si sola.

Y no malinterpretemos. No es que las mujeres no sabemos diferenciar. No es que cada vez que nos acostamos con alguien queremos estar de novias. No vivimos en los años 20.
Sólo que a veces necesitamos disfrazar el instinto por cariño, los deseos por interés, el sexo por el amor que ambos sabemos ficticio.

Y no se si detenerles el reloj, para que los 40 segundos se transformen en al menos 4 horas, y conciliar el tiempo de cada uno en la mitad.