martes, 15 de septiembre de 2009

Eterno resplandor...

¿Cómo se hace para olvidar a alguien? Todos tenemos algún amor que nos costó, o nos cuesta, o algún día nos costará, borrarnos de la piel y la memoria. Deseamos como en “Eterno resplandor de una mente sin recuerdos” que exista un método definitivo, que penetre en nuestra mente y elimine uno a uno, cada momento, cada vivencia, cada instante que pasamos juntos. Que lo convierta en la nada misma. Que lo extirpe de nuestra vida de raíz, y deje un vacío que no sepamos de donde proviene pero que no nos duela. A falta de este método, que prueba no ser efectivo, los pobres humanos doloridos intentamos más o menos lo mismo para lograrlo:

- La primera solución y más simple parecería salir con otro. A rey muerto rey puesto dicen. O un clavo se saca con otro. Es mentira: a un clavo se lo saca con una pinza o un martillo, y un rey viene a ostentar un título, pero no se transforma en la misma persona.
- Lo eliminamos de todos los lugares en donde uno puede tener contacto, para no saber nada de su vida: MSN, teléfono, mail, Facebook. Si lo dejamos vivo en algún lugar, es probable que el otro reaparezca con una excusa pelotuda, y no importa si le contestamos o no, está ahí, vivito y coleando. Y también es inevitable ir a ver que es lo poco que uno puede averiguar. La realidad es que mal que nos pese, si todavía no lo olvidamos, es difícil que no dejemos una ventana abierta.
- No vemos amigos en común porque si no es casi inevitable enterarse de qué está haciendo, y si no nos cuentan, nos morimos por preguntar aunque no lo hagamos, con lo cual lo seguimos teniendo presente. Además es como la propiedad transitiva: inevitablemente A nos conduce a B.
- Nos vamos a vivir a otro país, ciudad, pueblo, como si la ausencia física o la distancia nos borrara la memoria. La realidad es que lo que uno lleva dentro viaja con uno. No es una valija que uno puede elegir llevar o no.
- Vamos al psicólogo: que lo único que hace para que nos olvidemos es hacernos hablar de él todo el tiempo para ver por qué mierda no podemos olvidarnos.
- Hablamos con nuestras amigas horas por teléfono para contarles lo que le quisiéramos estar contando a él, o para decirles que no pensamos llamarlo no importa cuanto lo extrañemos, o para recordar cada detalle que pasó y reírnos o llorar, pero tenerlo ahí, por un tiempo más aunque nos neguemos a acercarnos.
- Rompemos y quemamos cartas (hoy borramos mails), que después nos empecinamos en tratar de aprender de memoria para no olvidar que existieron.
- Salimos, salimos, salimos. Con amigas, amigos, citas, desconocidos, compañeros de trabajo, vecinos, amigos de amigos. Nos aturdimos. La realidad dice que aún en cualquier lugar, siempre hay algo que nos hace acodar al otro: una canción, un trago, una conversación, alguien parecido.
- Vamos a una bruja, a hacerle cualquier gualicho, le pedimos a Dios, a la Virgen, a Buda, a Yemanjá, y a todos los que se nos cruzan, que nos ayuden en este difícil camino que se llama superación.


Y cuando nada de todo esto funciona, cuando todo lo que hicimos no logra arrancarlo del alma, cuando sentimos que no podemos seguir viviendo así, atados al pasado, aferrados a un sentimiento unilateral, sólo nos queda el autoconvencimiento. La firme convicción de hacernos creer a nosotros mismos que es parte del pasado, que es un recuerdo borroso, una historia terminada. Lo decimos en voz alta para que no sólo los otros lo escuchen si no que uno lo escuche, y se lo crea. Hasta que alguien lo nombra, hasta que encontrás una foto, o un cd de los dos. O hasta que te pasa algo importante, te comprás una casa, conseguiste un nuevo laburo, fuiste tía y sólo se lo querés contar a él, y te das cuenta que lo que te pasa no es tan lindo porque hay sólo una persona con quien querés compartirlo. Porque nada está completo, porque algo falta. Y él no está, y vos no lo olvidaste.

Oscar Wilde dijo: “un capricho dura más que un gran amor”. ¿Cuánto dura entonces un inmenso amor que hace rato dejó de ser capricho? Para toda la vida.