martes, 18 de agosto de 2009

Impacto profundo

Hay personas que pasan por nuestra vida y no recordamos ni siquiera que pasaron. Pueden ser una figura caminando a nuestro lado, el reflejo en un vidrio, un recuerdo que no se sabe cierto, o un olvido permanente. Estuvieron, por un rato, por mucho, por más, pero la marca que dejaron es casi invisible. Suelen ser hasta casi anónimos.

Hay otras que marcaron un hito pequeño, un gran quiebre, un recuerdo fundacional, y tal vez ni siquiera ellos lo saben. Los protagonistas de un momento. El beso bajo la mesa del jardín, el primer amor de la primaria, el primero que nos hizo llorar, la primera frustración, el que nos lastimó sin que nadie sepa, el que nos dijo algo que nos cambió la vida. Están enmarcados en un espacio, en un tiempo exacto. Quedan como congelados, confinados a un rótulo para siempre. Y muchas veces ni siquiera lo saben, o se enteran años después. Y se siente raro saber cómo uno afectó la vida de alguien, como a veces uno es ese alguien para alguien que no es nadie.

Hay otras lograron aferrarse. Qué estuvieron, o están, o de algún modo permanecen. Los que compartieron grandes historias, una saga de recuerdos, años de experiencia. Que nos ayudaron a ser quienes somos, por lo bueno y lo malo, lo perdido y lo ganado. Porque podemos encontrarlos en distintos compartimentos de la memoria. Aquí y allá, en distintos cuentos. Los familia, los compañeros de colegio o de facultad, los amigos de la vida, algún que otro profesor, los compañeros de trabajo, los amores, los novios, los amantes y no tanto. Todos aquellos que forman nuestro rompecabezas de la vida. Que al rememorar, nos roban una sonrisa, nos nublan la mirada, nos producen enojo, una carcajada, un suspiro, una mirada hacia el más allá.

Y están las OTRAS. Las que te marcan a fuego, las que te imprimen en alma. Alguna vez, en una rara ocasión, está esa persona que es como un meteorito, que produce un cataclismo irreversible, destruye el mundo existente, las especies, la vida conocida y crea un nuevo punto de origen. La vida comienza nuevamente, o termina definitivamente, desde ahí. Hay un antes y un después perfectamente establecido. Por algo bueno, por algo malo. Producen un impacto profundo. Imborrable. Irreversible. Se convierten en pequeños inmortales, que permanecen para siempre en la memoria y el sentimiento de quienes la conocieron. Aquí no se puede enumerar. Yo tengo el mío, ¿vos el tuyo?

Todos pasamos por la vida de alguien por algo, y dejamos una huella. Por eso, hay que saber como, cuando y por donde caminar. Para que cuando alguien nos recuerde, sea con felicidad, o al menos una sonrisa.

Seamos menos sombras, permanezcamos en el recuerdo y lleguemos a ser un impacto profundo en alguien.

6 comentarios:

Vagalume dijo...

En alguna ocasión, metemos la pata con los demás.. o bien nuestra forma de hacer no causa buen efecto. No se le cae bien a todo el mundo ni todos nos han de recordar con una sonrisa, prefiero que siempre sea por la coherencia con uno mismo... y ya se sabe de sus múltiples matices.

a. dijo...

Bravo, tienes la capacidad de escribir lo que todos pensamos!

un saludo!

sigo leyendote

Diego dijo...

Es verdad...
Tambien suele pasar que gente a la que uno no le presto la mas minima atencion, luego de unos años, se hace trascendental.. no te paso nunca?

Maca! dijo...

muy lindo texto y muy cierto.. supongo que los marcados a fuego, los que consiguen un lugar en el recuerdo, son los que importan de verdad. Lo ueno y especial no se olvida facilmente!

saludos

Belu.M dijo...

Una vez me dijeron que esas personas, las que cambian a uno para siempre, las que significan un antes y un después, eran los ángeles. Yo tuve un ángel, y había crido ser su ángel también; después, abrí los ojos, yo fui un anónimo para mi ángel a quien no voy a poder olvidar nunca.

a. dijo...

pq no escribes? q te pasa?

te extrañamos!