domingo, 16 de diciembre de 2007

Los recuerdos no abrazan

Suelen haber situaciones, momentos, detalles que hacen mella, se fijan en nuestra retina, se adhieren a nuestro cerebro. Sensaciones, imágenes que nos asaltan infinitamente. Se repiten, una y otra vez, como una película de un cine continuado. Nos perturban. Nos dejan sin aire, nos quiebran el aliento, nos detienen los latidos. Necesitamos un suspiro profundo, una bocanada de aire fresco, un electroshock que nos devuelva a la vida.
Pasa cuando tenemos sexo con alguien. La escena recobra vida en nuestra memoria. Lo sentimos en la piel. Nos quema fantasmalmente el aliento. Son como polaroids, instantáneas de un momento que irrumpen aquí y allá, sin pedir permiso, quebrando, desestabilizando, rememorando. Los recuerdos nos acosan sin descanso. Las palabras llegan como susurros. Por días conviven con nosotros, en la vigilia y el sueño. Sin tregua, sin paz.
Pero también pasa con situaciones más ínfimas, más imperceptibles, más banales.
Tengo un recuerdo persistente y hasta físico que me asfixia. Él, quien me desvela, acostado a mi lado boca arriba. Mi brazo sobre su pecho desnudo. Inmóvil. Sin querer delatarse. Conteniendo una caricia. Él giró hacia mí. Puso su brazo alrededor de mi cintura, y el mío quedó en su espalda, cerca de un abrazo. Casi entrelazados. Su boca estaba a centímetros de la mía. Sentía su respiración. Los dos corazones latiendo al unísono. La penumbra de la luna entrando por la ventana. Un segundo. Diez. Doscientos. Una eternidad para mí. Luego giró. Se levantó. Se alejó. Pasó. Nada más.
Ahí está. Late. Cobra vida. Intenta permanecer, porque lo que es tan breve, se convierte en fugaz, y se pierde, se desvanece.
Hay otros. Los más pequeños son los que resisten. Los que dan batalla al olvido.
Algún abrazo. Algún roce. Palabras. Sonrisas. Miradas. Frases. Bailes.
Creo que nos siguen porque buscan crecer. Buscan convertirse en algo más. En un recuerdo perenne. Quieren dejar de ser una semilla, florecer, y seguir siempre verdes.
Se aferran tanto que aunque no maduren, nunca mueren. Quedan en el baúl de minúsculos tesoros.
Entredormidos, de vez en cuando despiertan, sorpresivamente, y nos roban el hálito, por un segundo, por miles, por siempre, otra vez.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

La mejor síntesis de lo que me está pasando!!! No dejás de sorprenderme pero Everything that´s no growing is dead, so we better be changing

no tan iguales dijo...

Y una se empeña en recordar una y otra y otra vez, aunque los recuerdos felices causen un poco de tristeza. Lindo relato.

Anónimo dijo...

Chusmeando por la web me encontré con tu blog. Me encantó lo que escribiste. Me pareció tan sutil que me dejó pensando un buen rato, y es así... Los recuerdos que aparecen a flor de piel, así como si nada, y que por más que pasa el tiempo, siguen apareciendo a veces con más fuerza que antes...

Soledad dijo...

Anónimo: dicen que "la vida es cambio", y es la única manera de avanzar. Pero siempre nos llevamos las imágenes con nosotros, porque son parte del camino.

No tan iguales: gracias. :)

Anónimo: gracias! espero sigas por aquí.