viernes, 13 de julio de 2007

Esa dolorosa felicidad


Ayer estaba por entrar a bañarme. ¿Viste esa sensación en pleno invierno de tener que desvestirte para entrar a la ducha? Ese breve sacrificio que nos conduce a un instante de placer cuando nuestro cuerpo siente el agua caliente, aspira el vapor, y el calor vence la pulseada al frío, el relajo al temblor. Aunque sepamos que el final es placentero, no podemos evitar resistirnos, y odiar el momento previo.

Y esto me llevó a pensar: ¿Necesitamos siempre un poco de dolor para ser felices? ¿El placer lleva intrínseco el dolor? ¿Disfutamos más cuando el sacrificio de alcanzar algo ha sido mayor? ¿Nos desalentamos con los triunfos fáciles?

Antes de la felicidad, el placer, el regocijo, hay una sensación tan efímera y dolorosa como necesaria. Un instante de desesperación, ofuscamiento, reniegue, negación. Un espacio de lucha y rebelión. Como si nos costara rendirnos, aceptar, disfrutar.

Deseamos lo que no tenemos. Valoramos lo que perdemos. Despreciamos lo que ya alcanzamos. Vivimos en el estrago de la lucha. Porque el festejo por la conquista es breve, y la guerra por alcanzarla eterna. Y muchas veces, simplemente nos perdemos en la batalla, o terminamos prisioneros sin escape en las celdas del peor enemigo: nuestros propios miedos.

Hay una maldición gitana que siempre me quedó grabada: "Que tengas todo lo que deseas, y que desees todo lo que tengas".

Minamos el camino porque es el medio más fácil para no alcanzar el objetivo. Porque hay una realidad, alcanzar lo que queremos también implica una responsabilidad, implica hacerse cargo. Encierra más miedo el éxito que el fracaso. Porque el éxito exige, el fracaso justifica.

Llevamos impregnado en nuestra historia el sufrimiento. La filosofía del sacrificio. Porque lo fácil es regalado. Lo complejo es merecido.

Es claro y simple: si no vas al infierno, indefectiblemente antes de llegar al cielo hay que pasar por un purgatorio. Nada de lo bello se alcanza sin un inocente sufrimiento.
Todo lo fácil se evapora cuando llega al punto de ebullición. Lo difícil de lograr tiene la recompensa de una larga vida útil. Simplemente porque se necesita tiempo para salar las heridas, y necesitamos ese tiempo para emprender nuevos caminos. Por eso para levantarse siempre es necesario primero caer. Y hay que tomar impulso para saltar.

Así como todo es cíclico, después de un gran sufrimiento viene una gran recompensa. Una pérdida. La soledad. El amor. El dolor. Otra vez el sufrimiento. Otra vez la recompensa.

En esta búsqueda por ser felices, siempre hay un ínfimo momento de incertidumbre en el que el mundo puede desmoronarse o recomponerse. Lo importante es aprender a disfrutar la adrenalina del segundo, dejando que nuestra satisfacción se anticipe por un instante, sabiendo que lo mejor ... está aún por venir.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

De todo lo tuyo que he leido, es simplemente lo mejor, es tan cierto que hay que sufrir para despues disfrutar, y que en el fondo la raza humana es mucho mas masoquista de lo que todos piensan. Besos

Anónimo dijo...

¿Es tuyo?¿No lo habrás copiado? Es excelente...

Soledad dijo...

Gracias :) todo lo que escribo es mio.. prefiero tomarlo como un halago que creas que lo copié.

Anónimo dijo...

Esto es claro como que estudiar es feo, pero HABER ESTUDIADO es lindo. O correr en feo, pero HABER CORRIDO es lindo. Todo sacrificio tiene una recompensa y todo lo que vale, cuesta un poquito. En el momento, uno no disfruta tanto (quizá sí, si piensa en la meta) pero al final, valió la pena.
Y otra lectura, creo, es que todo es para bien. Todos. Sí, se necesita tener algo de fe para comulgar con esta idea, pero bueno, es así.